Escribe la Pastora Nélida Margarita Galván
El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos. (Lucas 4:18)
Juzgándolas por sus rostros, pensamos que algunas personas son felices. La sonrisa, el maquillaje y la ropa costosa pueden crear una apariencia de paz interior, pero por dentro viven sin disfrutar de libertad.
En el pasaje de hoy, el Señor Jesús aclara su propósito: Él ha venido para libertar a los cautivos. Cristo se refería a varios tipos de ataduras que pueden encarcelar a nuestras almas.
Primero, el Señor rompe las cadenas del pecado. Todas las personas han violado la ley de Dios, y por eso viven separadas de Él (Ro 3.23).
Segundo, Él nos libera de pecados tales como los celos, la amargura y la gula. Su Espíritu mora en cada creyente, y nos da el poder para vencer las malas decisiones que parecen ser nuestras “dueñas”. Nos capacita para que hagamos lo que Él desea, dando sanidad inmediata o dirección y fortaleza en la batalla permanente que libramos diariamente.
El Creador de la humanidad nos hizo con un vacío en el corazón,💗 para que Jesucristo lo llene. Todo lo que pongamos allí, bueno o malo, al final nos dejará vacíos. Y seguiremos esclavizados hasta que Dios nos libere y nos dé la única satisfacción verdadera.
¿Es usted una de esas personas aparentemente felices y satisfechas con su vida, pero que por dentro se sienten inseguras y vacías? Jesucristo es el único que puede redimirle, perdonar sus pecados, y llenar el lugar vacío en su alma. Permita que Él le libere hoy.
Me cuidas, te cuido, nos cuidamos.
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