La carga impositiva, la gran pesadilla argentina

Hay algo en lo que coinciden todos los gobiernos: mantener la carga fiscal intacta, que se ubica en el 32 por ciento del PBI argentino, cifra que supera por un 40 por ciento el nivel promedio de América Latina y el Caribe.

No es una novedad que la Argentina es uno de los países con la mayor presión tributaria de la región. El pago de impuestos afecta a la sociedad en su conjunto en mayor o menor medida: desde el pago del IVA (del 21 por ciento, el más alto del mundo), hasta el pago del impuesto a las ganancias. El Estado argentino es uno de los más caros del mundo, razón por la que los salarios reales de las clases bajas y medias se reducen drásticamente.

La gran deuda del Gobierno de Mauricio Macri es una reforma tributaria eficaz, sin contar la quita del impuesto a las ganancias, uno de los caballitos de batalla usados electoralmente en 2015. La reducción de la carga impositiva también significaría una reducción del gasto público, pero representaría un alivio para el bolsillo de trabajadores y empresarios, que dejarían de gastar su dinero para mantener a un Estado que cobra impuestos del primer mundo para brindar servicios del tercero.

La desmesurada carga impositiva crea el clima perfecto para la evasión de impuestos. A diferencia de Europa, en la Argentina la evasión tributaria es algo habitual, esto genera que las alícuotas impositivas sean más elevadas, lo que quiere decir que se le cobra más a los «pocos» que pagan sus impuestos. Para plasmar esta realidad en números, el ejemplo que se suele dar es el siguiente: en la Argentina el IVA es del 21 por ciento y se recauda el 7,2 por ciento del PBI. Mientras tanto, en Nueva Zelanda el IVA es del 15 por ciento, seis puntos menos que en la Argentina, pero recauda casi el 10 por ciento del producto.

El oficialismo está esperando inversiones desde el comienzo del mandato de Macri, pero el problema está en que ningún inversor considera que la carga impositiva es favorable a sus negocios. La pregunta necesaria en este contexto sería ¿Vale la pena seguir manteniendo a un Estado deficiente a costa del salario de los trabajadores y los empresarios? Evidentemente, ninguna gestión se atreve a bajar la carga tributaria porque significaría una reducción de los cargos políticos (mientras que en la Argentina existe un político cada 62 ciudadanos, en Alemania existe uno cada 546) y afectaría en gran parte a los sueldos de integrantes de los poderes ejecutivos y legislativos.

En Europa se cobran más impuestos que en la Argentina, pero en cambio hay estados más eficientes y la presión tributaria se ejerce más uniformemente, lo que evita evasiones. No es un problema nuevo, pero cada gobierno tiene su excusa para evitarlo, mientras tanto los argentinos siguen pagando y haciendo malabares para llegar a fin de mes.