El pasado viernes 25 de noviembre fue el Día Internacional de la eliminación de la Violencia contra las Mujeres. En Luján hubo varias actividades, como a nivel nacional e internacional. El Estado municipal fue el impulsor de esas actividades que buscan darle visibilidad a la problemática. Hoy el tema esta, como suele decirse, «de moda», pero ¿Los estados van más allá de la organización de actividades públicas para paliar la violencia contra las mujeres? Es la pregunta que hay que hacerse.
En los medios de comunicación, las redes sociales, en la calle, en la política, la temática de género ha ganado lugar, protagonismo. Todos sabemos el significado que encierra el término «Violencia de Género» y conocemos que no sólo es física, o sea con golpes, sino que también la violencia puede ser patriarcal, económica, psicológica.
A los efectos formales, la Ley Nº 26.485 define la violencia contra las mujeres como “toda conducta, acción u omisión que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, así como también su seguridad personal”. En Argentina la visibilidad de los casos de violencia de género ha crecido exponencialmente en los últimos años. La peor situación en la que puede derivar la violencia de género es el femicidio. Durante 2015 una mujer murió víctima de la violencia de género cada 31 horas, lo cual es una estadística no sólo aberrante sino también preocupante. Según estadísticas de La Casa del Encuentro, entre 2008 y 2015, 2094 mujeres fueron asesinadas por violencia sexista en Argentina.
Es decir que el Estado promovió una Ley que resguarda a las mujeres de la violencia. Además de la condena pública que los violentos reciben cuando un caso se conoce, dado que como ya dijimos la visibilidad de la problemática es cada vez mayor.
Ahora bien: ¿Alcanza con esto? Porque, hay que decir, que los casos de violencia hacia la mujer, muchos terminan en femicidio, continúan en franco crecimiento. Porque las marchas se siguen haciendo, hay actividades públicas, como la del viernes pasado en la Plazoleta Antigua Estación Basílica, los medios hablan del tema, pero evidentemente no alcanza.
Hay que preguntarse, además, si alcanza la asistencia que brinda el estado hoy a la víctimas de violencia de género. Habrá que ver si todos los casos se denuncian, ir más allá en la búsqueda de de las víctimas: No esperar a que lleguen a la comisaría o la repartición pública con la violencia ya ejercida sobre su humanidad. Revisar la presencia del estado, más allá de marchas, radios abiertas o recitales.
Contra todo lo dicho, y repetido, existen actitudes de la sociedad que hacen que los resultados de todo ese bagaje de acciones que buscar dar visibilidad a la violencia de género queden en algún momento truncas. Por ejemplo: ¿Cuantos chistes sexistas o machistas escuchó hoy en el programa más escuchado de la radiofonía argentina? ¿Cuantas conversaciones con comentarios ofensivos o directamente denigrantes hacia la mujer escuchó en el último tiempo? Si una mujer va manejando un automóvil ¿Alguna vez pensó usted en mandarla «a lavar los platos»? Ni hablemos de la televisión, al menos a nivel nacional, en donde es casi habitual ver programas en donde la mujer es sólo un objeto para distraer la vista. Tal vez sean ejemplos tontos, pero fáciles de encontrar en la sociedad de hoy.
En el mundo laboral sucede con frecuencia el maltrato, muchas veces sin querer, hacia la mujer.
Quizás se hile muy fino, pero es ahí en el detalle de la vida diaria donde aparecen las cuestiones que le ganan a toda acción que se realice en pos de la lucha contra la violencia de género.
Por eso hay que general el cambio cultural, que llevará años. Esa «batalla cultural» que hay que dar desde el lugar que nos toque. Porque, a nuestra madres, hermanas, parejas, compañeras de trabajo, amigas, vecinas, tenemos que tratarlas como se merecen. Propongámonos ese cambio, no critiquemos como se visten, apoyémoslas en lo que necesiten, contengámoslas cuando haga falta, no trunquemos sus sueños, es decir, dejemos que vivan como más tengan ganas, como les guste hacerlo. Que sean felices. Creo que ese es el camino.
A la violencia de género no hay que combatirla, hay que erradicarla. Buscar que los casos de esa violencia sean cero. Así el mundo estará un poco mejor.