Según datos de la huella ecológica, Argentina ya agotó los recursos naturales que deberían estar disponibles para todo el año, generándose una “deuda ambiental”. Durante los próximos seis meses, estaremos consumiendo a crédito los recursos futuros.
La desertificación de la Patagonia, la deforestación en el Gran Chaco, la sobrepesca y el descarte pesquero en nuestro mar, la contaminación de ríos y arroyos, la baja en la productividad de la zona núcleo, son parte de la deuda ambiental que generamos, una deuda que se va acumulando para más adelante hasta que, en un momento determinado, puede volverse insostenible. Los más altos intereses que se cobra esta deuda ambiental son el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la pérdida de fertilidad del suelo, las inundaciones, la escasez de agua, entre otros, que contribuyen a aumentar la marginalidad social y hacen más difícil la recuperación socio económica de nuestro país.
La iniciativa de establecer un Día del Exceso de la Tierra es realizada por Global Footprint Network (GFN), y busca generar conciencia al destacar el exceso de velocidad con el que estamos “consumiendo el planeta”. Viene a mostrarnos la presión sin precedentes que las actividades humanas están ejerciendo sobre los recursos naturales y nos alerta sobre la necesidad de hacer cambios urgentes y significativos para revertir esta tendencia.
A nivel global, el Día del Exceso de la Tierra se estima para el 28 de julio y se calcula a partir de comparar la suma de todas las demandas de consumo del mundo con los recursos naturales disponibles para solventar ese consumo, y la capacidad de respuesta que tienen los ecosistemas para reponer esos recursos. Al ritmo actual de consumo, la cantidad de recursos y servicios de la naturaleza requeridos para abastecer nuestras necesidades equivalen a 1.75 planetas Tierra: esto significa que estamos usando un 75% más de recursos de lo que los ecosistemas pueden regenerar en un año.
Para Argentina, la fecha es un mes antes que el promedio global y los datos dejan en evidencia que si todo el mundo viviera como lo hacemos los argentinos, se necesitarían alrededor de dos planetas para abastecer los recursos naturales que sostienen nuestro sistema de producción y consumo.
La única manera de retrasar esta fecha es a través de un verdadero cambio en nuestra forma de vida. Desde el modo que consumimos y producimos los alimentos, hasta la manera en que nos movemos, cómo conseguimos nuestra energía e incluso en qué invertimos nuestro dinero. Y si bien todas las personas podemos hacer algo para demorarla, hacen falta también cambios a gran escala desde los gobiernos y el sector privado. Nuestro país, por ejemplo, tiene la posibilidad de aumentar los compromisos asumidos en el Acuerdo de París.
Podemos plantear un compromiso mucho más ambicioso de reducción de emisiones si buscamos enfrentar realmente el problema del cambio climático, a través de la inversión en políticas de eficiencia energética o energías renovables, en el transporte, en la construcción e incluso en los sectores agropecuario y forestal.
La sobreexplotación de los recursos para las actividades humanas afecta a los ecosistemas, su funcionamiento y a todas las especies asociadas, lo cual nos lleva a una reflexión urgente: la variable ambiental debe ser incluida en el desarrollo de un modelo social económico y productivo, que tenga en cuenta a la naturaleza y a las personas, para que sea justo y sostenible en el tiempo. Hay muchas estrategias que permiten combinar lo económico, lo social y lo ambiental y no podemos seguir esperando para ponerlas en marcha.
Estamos en números rojos, cada año la situación empeora y la deuda ambiental se agranda. La naturaleza nos ha dado indicadores de su capacidad de respuesta si reducimos nuestra huella ecológica, aún estamos a tiempo. Evitar el colapso ambiental es nuestra responsabilidad.