Con la participación de 1.200 mujeres, el lunes 22 de noviembre tuvo lugar en la Villa Marista, de Luján, el II Encuentro de Mujeres de los Barrios Populares. La jornada fue ocasión para que las participantes compartieran sus experiencias de comunidad organizada durante la pandemia, y una misa en la basílica de Nuestra Señora de Luján, celebrada por miembros del equipo de curas de las villas, con el lema «Caminando con María unimos nuestras voces en un abrazo de esperanza».
Las mujeres fueron a agradecer a la Madre de Luján la superación de la etapa más difícil de la pandemia, y a rezar por todas aquellas que murieron de Covid-19 al servicio de sus comunidades durante todo este tiempo. En ese marco, se conoció que en las villas de San Martín es donde más mujeres murieron por la pandemia.
La jornada se extendió desde las 10 hasta las 18, en un clima de fiesta por el reencuentro, donde no faltó la música en el día de su patrona, Santa Cecilia.
El Encuentro estuvo animado por María Elena Acosta -referente de los Hogares de Cristo y organizadora- junto con Paola Díaz, del equipo de comunicación de la parroquia San José.
Al grito de «¡Somos las mujeres»! «¡Jesús es nuestra fuerza!» la comunidad de la parroquia Virgen Inmaculada, de Villa Soldati, le puso letra a la canción «Paisaje», de Gilda, para describir sus actividades misioneras en los barrios, Hogares de Cristo, y en las Tres C de las parroquias villeras: Colegio, Club y Capilla. Después de las presentaciones de las comunidades, se sirvió el almuerzo.
Las mujeres tuvieron su momento de reflexión y discernimiento en las dinámicas posteriores al almuerzo, trabajando por grupos en base a la lectura del pasaje bíblico de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, figura ícono de la hospitalidad y del sínodo arquidiocesano que se está desarrollando en Buenos Aires. Luego se realizó el plenario en el que las mujeres de los diferentes grupos compartieron sus conclusiones.
Las dinámicas de trabajo consistieron en analizar, por grupos signados por colores, el mismo pasaje bíblico de la Visitación en base a diferentes preguntas enfocadas en tres ideas fuerza del mismo texto: “No tengas miedo, mujer, porque dentro de vos nace la vida, sos dadora de luz”; “Lo que estaba muerto, estéril, se cubrió de vida, porque no hay nada imposible para Dios”; “Creíste y por sobre todo y sin dudarlo te pusiste en camino al encuentro de la vida frágil”.
Cada grupo fue formado por mujeres de diferentes comunidades. Desde el diálogo fueron anotando sus conclusiones en una cartulina. Partiendo de la situación de temor que generó la pandemia: «miedo a contagiarme, miedo a contagiar, miedo a morir, miedo a que mueran mis seres queridos», se compartieron las soluciones creativas de cada comunidad. Después, cada grupo fue compartiendo sus vivencias en la reunión plenaria, ofreciendo sus cartulinas al altar de María frente al cual se desarrolló toda la jornada.
Entre las conclusiones, se destacaron el fortalecimiento de la fe como respuesta al miedo; la práctica de la comunidad organizada; la importancia del encuentro; el aprendizaje del cuidado, la alegría del reencuentro, la resiliencia, la solidaridad. También recalcaron que todos somos iguales, y que la pandemia avanzó por igual para todos.
Al finalizar el encuentro, con espíritu sinodal, las mujeres caminaron desde la Villa Marista hasta la basílica de Nuestra Señora de Luján para asistir a la misa de cierre, que estuvo presidida por el vicario episcopal para la Pastoral de las Villas de la Ciudad de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, y concelebrada por monseñor Juan Carlos Romanín SDB -que acompaña pastoralmente a la comunidad de la Villa Itatí, en la diócesis de Quilmes- y representantes del equipo de curas villeros de la capital y la provincia.
La homilía estuvo a cargo del presbítero Lorenzo de Vedia, quien puso en valor el inestimable trabajo de las mujeres en los barrios, grandes misioneras en actitud de escucha de los más necesitados pero también mediadoras para expresar el dolor de la comunidad.
“El Encuentro de Mujeres dadoras de vida, de mujeres que enriquecen a los pueblos y enriquecen a los barrios, y que nos enseñan a cuidar la vida, que la vida que Dios nos dio no es para guardársela sino para compartirla, para entregarla”.
“Las mujeres de los barrios nos enseñan que el dolor no es definitivo, sino que todo dolor, incluso el más terrible, es fuente de vida y de enseñanza. Y que cuando el dolor es compartido, ese dolor empieza a ser asumido”, continuó. “Nada mejor que ser Iglesia, nada mejor que ser comunidad que aprende del dolor con humildad”.
“Las mujeres de los barrios hicieron mucho más que muchas personas a quienes les correspondía hacerlo. Porque son mujeres acostumbradas a tener que actualizarse, reinventarse, reconfigurarse en el trabajo de las capillas y de nuestras comunidades al servicio de los demás”.
“Gracias a tantas mujeres que nos enseñan a ser Iglesia. Porque si la Iglesia es madre son las mujeres las que nos enseñan a ser madre, a cuidar la vida -sobre todo la de los más frágiles-. Son las mujeres las que nos enseñan a querer a la gente. Porque para la Iglesia lo primero es querer al hermano. Son las mujeres las que nos enseñan a abrazar toda vida y a abrazar a aquel que nadie ve”, enfatizó.
“Le agradecemos a Dios por la tarea de estas mujeres, que nos enseñan a cumplir con la misión de la Iglesia, y de las cuales tenemos que seguir aprendiendo para encontrar nuevos modos de ser Iglesia, nuevos caminos para dar la vida a los hijos e hijas de Dios”.