“La Navidad está construida sobre una hermosa e intencional paradoja: que el nacimiento de las personas sin hogar se debe celebrar en cada hogar”.- G. K. Chesterton. Escribe Diego Cirilli
Chesterton parafrasea el relato bíblico en el Evangelio según Lucas donde dice “Y no había lugar para ellos” (Lc 2,7). Y en la acumulación de tradiciones por más de dos mil años hace que cada gesto navideño tenga su arraigo en algo de eso. Los regalos, el pesebre, el arbolito, la gran mesa servida (hasta por demás), las luces, los adornos hacen referencia a esta paradoja. La celebración navideña se celebra en cada hogar… como se puede.
Y en ese «como se puede» nos hace pensar el tiempo que vivimos. Tiempos de una inequidad global en la cual algunos celebran con mucho y muchos celebran con casi nada. Y esta diferenciación, ese abismo nos refiere entonces al hecho original. Aquel que viene a salvar a la humanidad no tiene lugar digno para nacer. Porque convengamos que aunque nos resulta simpático el pesebre, una joven pariendo un niño, acompañada solamente de su esposo en un establo donde comen los animales no sería el lugar más apropiado para que nazca un bebé. Y la comunidad cristiana relata este hecho y le resulta revelador. Y le resulta una experiencia para enseñar a través de los siglos. El “no-lugar” como espacio de salvación, como plenitud de sentido.
La Navidad termina siendo entonces, una oportunidad para engendrar sentido como comunidad social en donde todos tengan lugar y nadie se quede afuera. El desafío está planteado. Será cuestión de tomarlo y vivirlo en plenitud. ¡FELICES FIESTAS!