Con el lema «Maestro, qué bien estamos acá», más de 200 jóvenes de la arquidiócesis de Mercedes-Luján llegaron este fin de semana a la ciudad de Chivilcoy para participar de la XV Acampada Juvenil Arquidiocesana.
El domingo, recibidos por la comunidad de la parroquia San Pedro Apóstol, compartieron el almuerzo, y participaron juntos de la procesión con la imagen del santo patrono. La Eucaristía estuvo presidida por el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig.
El Equipo Arquidiocesano de Pastoral de Juventudes compartió su testimonio: «En esta edición XV de la acampada, celebramos a los jóvenes de ayer, los de hoy, y los que vendrán, unidos en el amor de Jesús», afirmaron.
Recordando que «Cristo nos llama a trabajar para Él y nosotros solo sabemos decir que Sí», expresaron su deseo de «hacer realidad el sueño de Cristo para con las juventudes». Cuando Jesús llama, señalaron, «te sentís reconocido, sabes que Él esta confiando en vos, en tus ideas, en tu trabajo».
«La acampada juvenil arquidiocesana es un sueño que se hereda de generacion en generación, cambiando y creciendo, como lo hacen los jóvenes. Es un regalo que Dios quiso que tuviéramos los jóvenes de Mercedes-Luján», valoraron.
Por eso, se mostraron «sumamente felices con los frutos del encuentro, con tantos rostros de alegría, con tantos corazones encendidos por la luz de Jesús».
En el marco de esta edición de la Acampada, los jóvenes recibieron un regalo muy especial: una carta del papa Francisco.
En sus palabras, el Santo Padre los invitó a renovar las ganas de «salir, servir y soñar». Recordando el tiempo de pandemia, valoró la intención de los jóvenes de no quedarse «encerrados» en la apatía, en el aislamiento, en el «hacé la tuya» o en el «todo da lo mismo», sino que «sienten con fuerza la invitación del Señor a salir a encontrarse con otros».
En ese sentido, consideró que la alegría «que llena la vida» es una alegría «salidora, misionera», que nace de querer vivir como discípulos de Jesús, y que «nadie se pierda la fuerza, la luz y la alegría de la amistad con Jesucristo».
Por eso, llamó a «salir para servir con el mismo estilo del Señor: con cercanía, ternura y compasión». Ante los desafíos que se les presentan, Francisco animó a los jóvenes a que se encuentren y «dejen que el Espíritu Santo les regale el don de la creatividad y la imaginación para abrirse camino y así gestar el mañana».
Para ello, los invitó a «solar y soñar juntos, no sueños rastreros, sino sueños grandes que los estimulen y lancen, por un lado, a mirar alto y, al mismo tiempo, a comprometerse cada día más».