Gustavo Altoé: El don de ver lo bueno en lo malo

El único sobreviviente lujanense al hundimiento del Crucero ARA General Belgrano habló de su experiencia en la Guerra de Malvinas y de sus sentimientos antes y después del conflicto.

Una placa conmemorativa se aprecia en la entrada de la casa que Gustavo Altoé comparte con su esposa y sus dos hijas, ubicada en la calle Crucero ARA General Belgrano en la ciudad de Luján. Él es el único sobreviviente lujanense del hundimiento del General Belgrano, en el que murieron 323 argentinos y que cambió el rumbo de la Guerra de Malvinas a favor de los ingleses. Luego de la muerte de su padre, Altoé quedó a cargo de la imprenta familiar y trabaja como auxiliar de portero en una escuela de General Rodríguez.

Tras su paso por la secundaria, tuvo que hacer el servicio militar obligatorio en la ciudad de Bahía Blanca. Más tarde, fue convocado junto a otros 48 conscriptos para embarcarse en el Crucero ARA General Belgrano. Lo que no sabía en ese entonces es que al poner sus pies sobre ese buque, viviría la experiencia más fuerte de su vida.

La embarcación fue hundida por un submarino nuclear fuera del área de exclusión establecida por el gobierno británico alrededor de la zona de combate. El colapso de este barco causó una gran parte de las muertes que tuvo el conflicto, por lo que el gobierno de facto argentino, en esa época liderado por el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, se vio obligado a firmar la rendición.

Luego de la guerra, Altoé recibió varias condecoraciones, entre ellas la de Ciudadano Ilustre de la Provincia de Buenos Aires y la de Vecino Ejemplar de la Ciudad de Luján. Todos los años visita varios colegios para contar su versión de la Guerra de Malvinas y concientizar a los más jóvenes sobre lo que realmente significa un conflicto bélico.

 

  • ¿Vivías en Luján en tu infancia?
  •  Yo vivía en el barrio El Quinto con mi papá, mi mamá y mi hermano Daniel. La primaria la hice en Hermanas Maristas y la secundaria en la Industrial. Igualmente no terminé el secundario por cuestiones de laburo.

 

  • ¿Cuál era el sueño de tu infancia? ¿Tu participación en la guerra lo arruinó?
  • Ser jugador de fútbol, y lo fui. Jugué en Flandria, aunque nunca llegué a primera y mi carrera terminó en las inferiores. Hasta la actualidad sigo teniendo simpatía por el club. Mi participación en Malvinas no lo arruinó porque luego de volver del conflicto no volví a tocar una pelota, pero fue por decisión propia.

 

  • ¿Cómo te llamaron para el servicio militar si no terminaste el secundario?
  •  En 1982 el sorteo se hacía directamente con el número de documento. A muchos amigos les tocó hacerlo en Mercedes, pero a mí me toco en la Marina, en Bahía Blanca. Mi número era el 938, lo recuerdo como si lo hubieran sorteado ayer.

 

  • ¿Te veías con tu familia mientras hacías el servicio militar?
  •  Sí, aprovechaba los fines de semana para volver a Luján, que era el único momento de la semana en el que anclábamos en Bahía Blanca. Cuando avisaron que íbamos a combatir en Malvinas no volví más.

 

  • ¿Te pudiste comunicar con tus padres para avisarles que el crucero iba a entrar en combate?
  •  No, nos avisaron a bordo y ya no había forma de comunicarse con tierra firme. El comandante fue claro y habló con nosotros. Nos avisó que íbamos a entrar en la zona de exclusión. No fue algo improvisado, ya que durante todo el período en el que hice el servicio militar había simulacros y preparaciones previas para un eventual enfrentamiento.

 

  • ¿Cómo fue el momento en el que informaron que el crucero iba a entrar en la zona de exclusión?
  •  El comandante habló a través de unos parlantes. Nos advirtió de que íbamos a atacar o ser atacados. Cuando entramos a la zona de exclusión se cerraron los 256 compartimientos del barco. Esto significa que si un ataque del enemigo daña una parte del crucero, no afecta a otras. Cuando salimos del área de exclusión, se abrieron todos los compartimientos. En ese momento nos atacan, lo que genera que el agua pase por casi todo el barco y se dañen zonas que no se tuvieron que haber dañado.

 

  • ¿Cuáles fueron tus sentimientos cuando te enteraste de que ibas a combatir en Malvinas?
  • Yo pensé que no iba a pasar nada. Estaba despreocupado. Yo notaba que el cuerpo de oficiales y suboficiales estaba siendo muy optimista. En ese momento era el asistente del Capitán Bernasconi y él mismo me dijo, con razón, “vos no sabés dónde vamos nosotros”.

 

  • ¿Llevaste alguna foto o recuerdo a bordo del crucero?
  •  No, porque era mi último viaje y yo ya iba a obtener la baja del servicio. Lo único que tenía conmigo era un libro con fotos que saqué en Puerto Madryn y Usuahia, y se me hundió junto con el General Belgrano. Cuando salimos de Buenos Aires nadie sabía que iba a combatir. Igualmente nunca conocí a ningún excombatiente que no haya querido ir a la guerra, no sé si era por inconsciencia pero todos querían defender a su país.

 

  • Ni bien impactaron los torpedos en el crucero, ¿Qué pensamientos se te pasaron por la cabeza?
  •  Yo estaba en el medio del buque y los torpedos colisionaron en la popa y en la proa, es decir, en los extremos del barco. Al principio pensamos que habíamos chocado con otro buque porque iba el Piedra Buena a nuestra derecha y el Luchar a la izquierda. A los pocos segundos sentimos otro impacto y me di cuenta de que no habíamos chocado. El torpedo expulsaba gas asfixiante, comenzó a entrar agua casi congelada en los compartimientos inferiores y se cortó la luz. Desde los hollados de abajo se comenzaron a escuchar gritos de dolor y de ahogamiento. Nadie pudo descender hacia esa parte del buque, por lo que sus tripulantes murieron. En un principio me desesperé, pero me daba tranquilidad el hecho de que tenía bien en claro los procedimientos de evacuación. Luego naufragamos con otros compañeros durante 20 horas a bordo de una balsa de auxilio. Fue muy duro porque el frío era terrible, tan terrible que le quitó la vida a un suboficial y nos dejó lesiones considerables, más que nada en los pies.
El ARA General Belgrano en el momento de su hundimiento.

 

  • ¿Qué medidas de precaución se tomaban para no ser vistos por el enemigo?
  • Cuando se entraba en la zona de exclusión se apagaban absolutamente todas las luces del barco y no se podía fumar en la cubierta. Nuestra desventaja era que, aunque teníamos radares, no teníamos sonar y eso no nos permitió captar la presencia del submarino, que luego nos enteramos de que nos había seguido por 18 horas.

 

  • El hundimiento del General Belgrano fue el único caso en la historia en el que un submarino nuclear atacó a un crucero, ¿El comandante preveía una situación de este tipo?
  • El comandante sabía, pero los ingleses tenían que decidir entre atacar al crucero Belgrano, generar muchas pérdidas humanas y dar un golpe psicológico, o atacar al portaaviones 25 de Mayo para debilitar al ataque aéreo sobre las islas. Claramente causaron un daño psicológico muy grande, lo que les concedió la victoria.

 

  • ¿Cómo te recibió tu familia cuando llegaste?
  •  Si bien mi mamá falleció en 1978, mi papá ya se había enterado de que sobreviví porque le contó el suboficial Angelleri, que fue el primero en recibir el listado de sobrevivientes luego del hundimiento. El único problema fue que la Marina nos largó en Liniers y de ahí nos teníamos que arreglar solos. Yo iba a tomarme el tren, pero como nos habían dado lo que serían mil pesos de hoy cuando volvimos de la guerra, decidí tomarme un taxi hasta Luján.

 

  • ¿Cómo fue el regreso en taxi? ¿El conductor te preguntó sobre el conflicto?
  • Yo estaba vestido de marinero, pero me daba vergüenza mostrar que había vuelto del Belgrano, entonces me saqué el gorro y tape la insignia de la Marina. El hombre manejaba un Ford Falcon y me subí a la parte trasera del auto. Como tenía los pies muy hinchados por el frío, no podía acomodarme en los asientos, cualquier posición me parecía dolorosa. En un momento me descuidé y el tipo pudo ver a través del espejo retrovisor la insignia del gorro. Me preguntó si volvía del Belgrano y le dije que sí, entonces me hizo un lugar en el asiento delantero, lo reclinó y viajé con las piernas apoyadas en el torpedo del coche. El taxista me dio la opción de contarle lo que pasó y fuimos charlando durante todo el viaje, que resultó ser bastante largo. Como había sufrido tanto frío, tenía ganas de orinar a cada rato, por lo que en un momento le pedí que parara en una estación de servicio. Cuando me volví a subir al auto, me vio los pies hinchados y no pudo creer que me hayan largado así. Obviamente necesitaba atención médica, pero yo me había negado a recibirla. Finalmente me dejó en el Hospital de Luján, a unas cuadras de mi casa, y me dio una tarjeta con su número de teléfono por si algún día necesitaba algo. Entre tanta vorágine, la perdí y nunca más pude contactarme con el hombre, una lástima.

 

  • ¿Necesitaste ayuda psicológica después del conflicto? ¿Se te hace difícil hablar del tema?
  •  No, tampoco estuve deprimido. Simplemente pensé que mi participación en la guerra fue algo que me tocó, como a tantas otras personas les toca atravesar otros tipos de problemas. Al principio se me hacía difícil hablar del tema porque no había mucha información sobre Malvinas y para muchos éramos los responsables de haber perdido la guerra. Pero con el tiempo fui abriéndome y dándome cuenta de que era necesario contar mi experiencia para enseñarle a las futuras generaciones el horror de un conflicto bélico.

 

  • ¿Cuál fue la condecoración que más te conmovió?
  •  Sin dudas cuando le cambiaron el nombre a la calle de mi casa por “Crucero ARA General Belgrano”. Recuerdo que ese día estuve todo el día emocionado. Además, me di cuenta de que mi cuadra medía lo mismo de lo que medía el crucero: 186 metros. El exintendente Miguel Ángel Prince también puso una placa conmemorativa en la puerta de mi casa. Creo que ese también fue un lindo gesto.

 

  • ¿Cuál creés que fue el gobierno democrático que hizo resurgir la memoria por los veteranos de Malvinas?
  • El de Néstor Kirchner. No soy kirchnerista, es más, sus políticas económicas me jugaron en contra a la hora de administrar la imprenta de mi padre, pero todos los veteranos de Malvinas coincidimos en que fue él quien nos hizo salir de las penumbras e inculcó en el pueblo la memoria por lo ocurrido tanto durante la última dictadura como en la guerra.

 

  • ¿Qué fue lo positivo de tu experiencia en el crucero?
  •  Mi experiencia fue más positiva que negativa. La principal es que nuestra derrota en Malvinas sirvió para terminar con la dictadura en la Argentina. Además, el conflicto me hizo conocer a un montón de personas que hasta la actualidad son mis mejores amigos. Siempre me junto con los excombatientes y ya nos consideramos como una familia. Las amistades que me dejó el conflicto son increíbles.