Especial para TRIBUNA DEL PUEBLO garabatea Carlos Guzmán.
Por pedido de mi amigo Juan Meri escribo estas líneas sobre el padre José “Cacho” Zaccardi.
Podría internarme en los pliegues y repliegues de un asesinato tremendo e impune, otro más en un país pleno de impunidad.
Pero prefiero tomar otro camino y recordar el accionar increíblemente solidario de Cacho, sus obras, su lucha por los que más necesitan, sea cual fuera su necesidad.
Y claro que perduran su obra espiritual y su otra obra, la de ir construyendo futuro en lugares alejados de la mano de los políticos, del bienestar que tienen algunos y del que carecen muchos otros.
Aquí en Luján, donde “Cacho” anduvo quedó su huella, huella que aún persiste a pesar de que pasaron 28 años de su asesinato. Y no hablo solamente de los templos en diferentes barrios, hablo de lo que generó alrededor de esos templos, lo que sembró en esas comunidades, con esa predica que expuso desde el primer día que llegó a Luján. “Mi vecino es mi hermano”, hizo escribir sobre una pared en un costado de la Parroquia del Sagrado Corazón en la calle Rawson, y desde allí salió su palabra, su ejemplo y accionar hacia diferentes barrios: El Trébol, Parque Lasa, Zapiola, El Mirador, Elli, Ameghino, Lanusse, Los Paraísos, y en todo otro lugar donde estuvo, dejó esa semilla de abrazar al otro, de trabajar por el otro, de compartir con el otro.
Anduvo desde el primer día, en barrios donde la gente jamás había visto un sacerdote, entró a sus casas como uno más, supo de sus necesidades, acercó su palabra, su esperanza, su fe, dio cobijo a los enfermos, a los desclasados, a los que necesitaban un oído, una mano, un corazón.
Su obra fue continuada por el padre Luis Jáuregui y por el padre Daniel Guerra.
Y también por vecinos que continuaron y continúan construyendo, aun en estos tiempos cada vez más difíciles y a pesar de todo.
Lo recuerdo como si fuera hoy, andando en el viejo Renault 12 azul por las calles de tierra de mi barrio Zapiola, o a pie entrando en las viviendas y compartiendo un mate, tendiendo la mano una y otra vez. Impulsando a los vecinos a participar, a mejorar las salas de primeros auxilios, las sociedades de fomento, las escuelas.
Es muy cierto que la gente es cada vez más individualista.
Es muy cierto que los políticos son cada vez más sinvergüenzas.
Es muy cierto que cada vez se vive peor.
Pero también es muy cierto, que si alguna vez se nos ocurre cambiar, si alguna vez se nos ocurre ser más hermanos, si se nos da por no dejar que los políticos nos joroben tanto la vida.
Digo… si alguna vez pretendemos ser mejores como comunidad, más solidarios, más organizados, más justos, más felices, ahí está el ejemplo de Cacho Zaccardi, su camino, su accionar y su sacrificio.