Circular por las ciudades se ha convertido en un desafío de superación de obstáculos. Autos y transportes de carga estacionados en doble fila, sobre las sendas peatonales o en las ochavas, vehículos que se detienen de repente, sin poner luces, colectivos, autos, bicis, que no paran ante el semáforo rojo, motos zigzaqueando entre coches como si los persiguiera el demonio.
En los cruces de calles, los conductores no respetan la prioridad de paso del que circula por la derecha, ni tampoco la prioridad peatonal. Peatones que cruzan por cualquier parte.
En las avenidas o las rutas el exceso de velocidad abunda. Y como si esto fuera poco, una legión de conductores conduce a ciegas en muchos momentos, distraídos con el celular. Entonces, no puede sorprender la cantidad enorme de choques con heridos y o muertos que se están registrando en gran parte del país. El tránsito es un sistema que lo hacemos entre todos e interdependemos unos de otros en él. Cada uno de nosotros somos parte del problema y/o la solución.
Convivencia 0 = Tránsito caótico = lesionados y muertos
En la Ciudad de Buenos Aires: 1.590 siniestros viales, en un mes, agosto, un siniestro cada 28 minutos, con 2.700 lesionados, 87 víctimas por día. Así lo reportó el SAME (Sistema de Atención Médica de Emergencias).
Cuando salimos a la calle pasamos a movernos en un espacio compartido, la vía pública. Cada uno con su objetivo, con sus preocupaciones, con sus apuros. Pero no estamos solos en ese espacio, por ello es tan desafiante e importante entender que lo que cada uno hace condiciona lo que le pasa al otro y el otro me condiciona a mí. Deberíamos tenerlo siempre presente, pero no parece, a juzgar por los hechos.
Convivir significa “aprender a vivir junto con los demás en una cultura de paz, respetando los derechos de los demás”. En el tránsito es una necesidad indispensable para llegar a destino sanos y salvos.