Por el Dr. Edgardo Miller. Periodista y abogado.
Decir que es cordobesa es agregar el humor a la entrevista. Habla rápido, como queriendo explicar por qué todas sus novelas e investigaciones le costaron sangre, sudor, viajes y lágrimas. De una sensibilidad que explota en cada comentario que hace de su propia obra. Graciela, le adjudica todo a la sangre que corre por sus venas: piamontesa.
Egresada de la Universidad Católica de Córdoba; realizo muchos trabajos en el área de marketing, hasta que un buen día decidió dedicarse a la escritura. Casada desde hace más de 30 años y con dos hijos -ya grandes-, uno en Estados Unidos y su hija en Nueva Zelanda.
Desde su Córdoba natal participo del capítulo 412 del ciclo “El País y los Escritores”.
Esta es la transcripción gráfica de la entrevista:
EM. ¿Todas tus novelas se ambientan en los siglos 20 y 21?
GR. Sí y protagonizados por mujeres que luchan por hacer oír su voz: Malón de Amor; La Capitana; Los amantes de San Telmo; La boca roja del Riachuelo; La Patria de Enriqueta e Hijos de la Sombra, entre otros.
EM. Hay –pareciera- una proliferación de excelentes escritoras cordobesas.
GR. Somos muchas escritoras cordobesas que tenemos la suerte de que los cordobeses nos leen. Al escritor lo hace el lector, dicen.
EM. ¿Cordobesa de nacimiento?
GM. Nací en la provincia y me fui a estudiar a Córdoba capital, como se dice “me fui a tirar la chancleta” porque conocí a mi marido, no tiré la chancleta (risas) y me casé, llevamos 30 años juntos, que e toda una travesía, un desafío. Y hace 15 años que vivo en Villa Allende, que es una ciudad pegadita a Córdoba.
EM. Siempre escribiste.
GR. No. Lo hacía más bien como hobby, muy de diario íntimo. Esto surge a partir de un día en que una maestra del colegio de mi hija me manda a llamar, para decirme que no prestaba atención. Pensé que era una volada igual a la madre, pero ahí aterricé y me pregunté: ¿qué está pasando acá? Me saltó la piamontesa que llevo adentro y me propuse, cambiar mi vida. Hice todo un enroque familiar, un proceso muy duro, muy lento y difícil –yo te lo cuento rapidito- y nos mudamos a Villa Allende. Mis hijos dejaron el colegio de doble escolaridad, yo comencé a preparar comida, almuerzos y cenas para estar todos juntos y tener “una familia”. Porque cuando surge el problema de mi hija los primero que querían era darle pastillas, ¿Cómo vas a medicar a una niña de 9 años? Me resistí totalmente. Me convertí en madre y reconstruí la familia y es a partir de Villa Allende donde elijo escribir en mi casa.
Recorro todas las editoriales de Córdoba y conozco a Tamara, la dueña de Emporio y mi actual amiga y publico mi primer libro para niños. Después vinieron las otras que me las compra SUMA y que es hoy Penguin.
EM. Un trabajo arduo que te llevó a la literatura.
GR. Yo aclaro siempre en los talleres que doy que la escritura es un trabajo, y por lo tanto debe ser remunerado.
Así comienzo la historia de mi carrera, fueron mis hijos, los que me llevaron hasta esto que es tan lindo.
EM. “Malón de amor”, es de 2010, toda la historia transcurre en Villa Tulumba, provincia de Córdoba.
GR. Sí, es una historia de pasión y supervivencia en tiempos de guerra civil argentina. Hay un sin fin situaciones inesperadas que van a separar a los protagonistas: Rosalía Ramírez y Alfonso Cornejo, provocados por el ánimo de un país donde unitarios y federales libran una contienda sangrienta. La escribí como una forma de desahogarme, de exorcizar.
Después sigue La Lágrima, que es mi segunda novela, entonces publicamos “Lágrimas de la Revolución”. Porque escribir es un oficio.
EM. Se ha luchado mucho para que los escritores tengan una jubilación, porque escribir es un medio de vida. Pero en la Argentina no se reconoce como tal.
GR. Yo me levanto a las siete de la mañana y trabajo investigando, tengo una rutina de trabajo. Tengo que aclarar que soy piamontesa y nosotros si no sentimos que el trabajo nos pega en la espalda no podemos vivir. Escribo todas las mañanas, acomodo mis cosas y tengo que seguir a la noche porque el tiempo no me alcanza.
Después tengo las presentaciones, viajo mucho, doy talleres, conferencias, y trabajo mucho con inmigración, que es el tema que atraviesa todas mis novelas. Soy responsable con la profesión, con mi tiempo y mi producto.
EM. En ¿Lagrimas, cual es la historia?
GR. Es la contrarrevolución.
La historia nace con la contrarrevolución cordobesa; imagina que yo estaba con los chicos en la escuela y llegaba el 25 de mayo y yo me dije: -¡acá no pasaba nada!, porque hasta que llegaba el charqui, no había wasap, ni mail, esto significa que el 25 de mayo en Córdoba no pasó nada. Fue centro de la contrarrevolución y entonces comienzo a escribir con la muerte de Liniers y no estoy espoleando nada porque es el inicio de la novela. Esta es la raíz de la historia.
EM.- ¿Y La Capitana?
GR. “La capitana” es de 2015, es una novela muy particular porque tiene su propio “club de fans” (risas); yo me mudo al Virreinato y me cansé de revolcar el miriñaque, entonces partía la isla Nassau, al Caribe. Es una historia que me gustó mucho escribirla porque cuando empiezo con toda la parte del virreinato, hay mucha cocina, mucha comida, mucho pancito, pero es una historia durísima, Llegó a la mitad y decido llevarla al Caribe, hice un parate y es el de la época de la barba negra y –como te decía- me mata la curiosidad. Me tomé un tiempo grande de investigación y descubrí que todos estos piratas (mal olientes, feos, sin dientes, barbudos) eran los que manejaban la logística de los barcos en agua, me maravilló tanto todo eso. Por qué, cómo mandan las cuestiones naturales cuando uno no las tiene infectadas de nada. Por supuesto que mis lectores se encargaron de encontrar piratas “re churros” para fantasear y todo lo demás. Y bueno la llevo a Nassau, y es una novela muy atrevida, hay un cura que es un personaje principal al que le doy una alegría (risas). A mí me tildan de no romántica pero yo escribo novelas históricas.
Esta es una novela que suelo regalar a mis amigas no lectoras porque sé que se enganchan con la historia y me ha dado grandes satisfacciones´
EM. Tenés otra que es “Los Amantes de San Telmo”.
GR.-Transcurre en San Telmo, Buenos Aires, y es el inicio de la Tribología porteña.
Yo siempre quise contar la historia de Roca y no encontraba el momento; en esta primera parte cuento lo de la fiebre amarilla en San Telmo y el tema de la inmigración, de todas esas casonas que después serán conventillos. Y le sigue La Campaña al Desierto.
EM. Ahí no hay romanticismo.
GR. Claro. En las semanas trágicas de inmigrantes trabajando doce horas por día. Transpirados, hambreados, claramente el amor no estaba.
EM.- Sobre ese tema hable mucho con Osvaldo Bayer. La novela histórica esta en alza.
GR.- Fue muy costoso escribir esta novela, especialmente siendo una admiradora de Bayer, alguien de una transparencia y una coherencia sin igual.
Tomé la decisión de escribir esta novela desde el lugar de una indiecita llamada Ayelén y encontré en los archivos del diario La Nación: Se regalan indios y chinas para servidumbre, al editor no le pareció oportuno ponerlo. Pero fíjate cómo se hacían beneficencia con los seres humanos.
EM. Escribiste también “Hijos de la sombra”, un tema muy complejo. Yo además de periodista, soy abogado y esta es mi especialidad, los delitos de abuso.
GR. Está basado en hechos reales, surgió de una reunión donde alguien dijo: ustedes los escritores siempre escriben lo que quieren, pero nunca cosas comprometidas”. Un libro que me costó pero que a devolución fue emocionante. La cuestión es que estas dos historias, que narro, donde me doy cuenta de que no sólo había abuso sexual, sino abuso de todo. ¿Dónde estaba la familia…donde estaban todos? Fue tremendo.
EM. Y tu última obra: “Las Tejedoras de Ilusiones”.
GR. Me fui de Argentina. Me cansé, me harté de pelear mucho con las historias y coincidió con que me hijo se iba a estudiar a Estados Unidos y me fui.
Ahí novelé el incendio de la fábrica de camisas en Manhattan, el que da lugar a la conmemoración del día de la mujer. Me fui la isla Ellis, la isla de las Lágrimas y así construí mi novela.
EM. Un placer.
GR. El mío.