El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió el 7 de noviembre en la basílica de Nuestra Señora de Luján, la Eucaristía en el marco de la V Jornada Mundial de los Pobres. «Los pobres -dijo monseñor Scheinig-, como cualquier persona por ser persona, también se equivocan y meten la pata. Pero el mundo muchas veces mira a los pobres como un número, como un dato. Y en ocasiones, en la Iglesia también miramos a los pobres con desconfianza. A veces nosotros, personas de fe, nos dejamos llevar por lo que nos dice la televisión, que durante un día entero nos está diciendo cuarenta veces que un chico pobre robó. Y nosotros hacemos lo que siempre hacemos: por uno pagan todos. Muchas veces también nosotros estigmatizamos a los pobres. Les ponemos etiqueta. Y consciente o inconscientemente, seguimos excluyendo».
La misa fue concelebrada por los vicarios generales, presbíteros Lucas Figueroa y Daniel Guerra; los responsables del equipo arquidiocesano de Cáritas–Pastoral Social, presbíteros Luis Jáuregui y Ricardo Rodríguez; el rector del Seminario, presbítero Lucas Jerez; sacerdotes y diáconos, quienes junto a laicos, laicas y religiosas de las comunidades, celebraron este día dando gracias a Dios y compartiendo la vida a los pies de María de Luján.
En su homilía, monseñor Scheinig destacó la importancia de volver a Dios, tal como nos pide Jesús. Él “nos enseña a mirar el mundo de otra manera, a pensarlo, a sentirlo de otra manera”, aseguró, para poder ver el Reino entre nosotros.
“Si vos lo ves, lo pensás como lo hace Jesús, se te empieza a abrir un mundo nuevo, porque vas descubriendo que es verdad, que el Reino está, que el sueño de Dios se cumple, que es cierto. Y algunos no van a ver, no van a oír y van a querer fabricar un mundo aparentemente muy lindo, pero no el Reino de Jesús, el Reino de Dios”.
En referencia al Evangelio de Marcos, el arzobispo hizo hincapié en cómo Jesús miraba la realidad. De todas las personas que dejan limosna, Jesús se detiene en una mujer pobre, una viuda. “Las viudas de aquel tiempo eran mujeres muy pero muy pobres, porque no tenían el sustento de sus esposos, no había obra social. Estaban realmente desamparadas, además de lo que implicaba ser mujer en aquella época. Entonces Jesús ve que la mujer pone dos moneditas de cobre, que es como si hoy pusiéramos dos moneditas de un centavo, nada”.
“Y Jesús dice: ‘Esa mujer que es pobre dio más que todos. Porque dio todo lo que tenía para vivir. Esa mujer confía en Dios. Esa mujer entiende la vida de otra manera. Esa mujer pobre da todo, porque confía, se entrega. No hace un acto de generosidad, como podían hacer los ricos, que daban mucho. No hace un acto de generosidad, ella es generosa. Ella piensa la vida de otra manera. Ahí está el Reino, ahí está el sueño de Dios que se está cumpliendo”.
“Y entonces esa mujer se convierte en una evangelizadora, porque hoy nos está enseñando que la dignidad de una persona no consiste en hacerse ver, en que lo aplaudan, en el éxito. La dignidad de la persona te la da tu entrega, la capacidad de entregarte a Dios y a los otros. Ahí está el Reino. Y el Reino viene por una mujer pobre y ella es evangelizadora”.
“Esta mujer hace presente el sueño de Dios en el mundo, eso es lo que Dios quiere. Eso es lo que Dios ama: cuando uno es capaz de hacer cosas muy simples, muy sencillas, pero hacerlas con todo el corazón, con todo el amor del que uno es capaz”.
Y en referencia a la Jornada Mundial de los Pobres (que se celebra en el mundo el 14 de noviembre), expresó: “Los pobres nos evangelizan”.
“Los pobres -dijo monseñor Scheinig-, como cualquier persona por ser persona, también se equivocan y meten la pata. Pero el mundo muchas veces mira a los pobres como un número, como un dato. Y en ocasiones, en la Iglesia también miramos a los pobres con desconfianza. A veces nosotros, personas de fe, nos dejamos llevar por lo que nos dice la televisión, que durante un día entero nos está diciendo cuarenta veces que un chico pobre robó. Y nosotros hacemos lo que siempre hacemos: por uno pagan todos. Muchas veces también nosotros estigmatizamos a los pobres. Les ponemos etiqueta. Y consciente o inconscientemente, seguimos excluyendo”.
“Hoy Jesús nos enseña a mirar la vida de otra manera, nos enseña a darnos cuenta de que muchas personas que no tienen nada, son personas dignas. La dignidad no la da la plata. La dignidad no la da el éxito”, insistió. “La dignidad la da el amor y uno conoce muchísimas personas en condiciones de mucha pobreza con un corazón generoso. Especialmente las mujeres de nuestros barrios pobres como esa viuda, no tienen ningún problema de ponerse la vida al hombro”.
“Hemos visto personas en estado de mucha pobreza, que como la viuda del Evangelio, dan todo. Y eso es el Reino. Eso es la presencia de Dios”, afirmó. “Por eso para la Iglesia, para nosotros, los que seguimos a Jesús, los pobres son nuestro tesoro, porque revolucionan la lógica del mundo que muchas veces nos hace creer que uno es más persona haciendo cosas que no son las del Evangelio”.
Finalmente, aseguró que los pobres “nos evangelizan con su amor” y pidió al Señor “que nuestra Iglesia siempre tenga la capacidad de ver como mira Jesús, pensar como piensa Jesús, sentir y obrar como lo hace Jesús”.