«Un Juego Olímpico te marca para toda la vida»

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Por Leonel Blasco

Silvia Borgini se clasificó a Múnich 1972 con apenas 14 años, pero tuvo que viajar sin sus padres y entrenador. El atentado terrorista y la villa olímpica en la piel de una nena. Las cartas a la distancia. El post Juego Olímpico y el retiro precoz. Ojos húmedos y recuerdo fresco a más de cuatro décadas.

En su casa Villa Flandria, sentada en el living comedor, donde hay fotos de ella y algunas medallas, Silvia Borgini recuerda su participación en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972. Con entrevistas, recortes y fotos de aquel momento atesorados en una caja, la nadadora cuenta lo que vivió en aquellos días.

Borgini era la más pequeña de la delegación argentina y le tocó vivir el sueño de todo atleta con sólo 14 años. Ya desde los 6, su hermana la llevaba a practicar natación a la pileta del Club Náutico El Timón y había demostrado tener grandes condiciones en la disciplina.

Pero los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 quedaron en la historia por el terrorismo, la muerte y la oscuridad, debido al ataque del grupo comando palestino Septiembre Negro, que terminó con la vida de once integrantes de la delegación israelí, cinco terroristas palestinos y un oficial alemán.

Silvia lo vivió desde la milrada de una niña que le tocó afrontar un Juego Olímpico sin sus padres ni su entrenador, que debieron quedarse en Argentina por no poder afrontar el gasto para acompañarla.

-¿Por qué elegiste la natación?

-Porque mi hermana iba a nadar al Club Náutico El Timón, y antes la hermana mayor llevaba a la hermana menor. Entonces fui con ella cuando tenía 6 años.

-¿Cómo fueron tus primeros pasos en este deporte?

-Recuerdo que fuimos a un torneo en tren y todos me decían “no importa cómo salgas”, y yo decía “no, yo voy a ganar”, y mi papá me había prometido que si ganaba me iba a comprar una bicicleta. Ese torneo fue muy lindo porque gané y mi papá me tuvo que comprar la bicicleta, y además hice récord metropolitano en 25 metros pecho. Siempre me propuse cosas, no siempre gané. Perdí muchísimo, pero yo apuntaba a superarme más que a ganar, y también aprendí a perder.

-¿Por qué creés que llegaste a esos JJ.OO. siendo tan joven?

-Porque me entrené mucho. Cuatro años antes de las Olimpiadas de Múnich, Tito Pescio, mi entrenador, me llevó a ver un preselectivo y yo dije “dentro de cuatro años voy a estar yo”, y con un plan de entrenamiento y el sacrificio familiar pude llegar.

-¿Cómo influyó tu familia en tu preparación?

-Muchísimo. Mi papá era herrero y me fabricaba pesas y poleas para que yo pueda entrenarme en mi casa. Mi mamá era ama de casa y me acompañaba a todos los entrenamientos y controlaba que cumpliera con mi rutina de entrenamiento que me mandaba mi entrenador, que sólo venía tres días a la semana.

-¿Cuáles eran los tiempos de tu entrenamiento?

-Me entrenaba todos los días después de la escuela, de 15 a 16.30. Luego volvía a mi casa, descansaba, merendaba y volvía a la pileta y entrenaba de 18 a 20. Antes de ir a Múnich, hice un entrenamiento de tres etapas: iba a la pileta a la mañana, a la tarde y después a la tarde casi noche. Llegué a nadar 16 mil metros por día.

-¿Cómo era tu plan de alimentación?

-Éramos una familia muy humilde. Por ejemplo, frutas no había siempre, pero mi familia siempre trató de darme una buena alimentación para que yo pudiera entrenar. Se hacía lo que se podía.

-¿Cómo recordás a tu entrenador, Osvaldo Orestes Tito Pescio?

-Para mí fue como un segundo padre. Me dio muchos consejos. Con él fui aprendiendo todo lo relacionado al deporte. Siempre estaba contento, era muy competitivo y nos poníamos metas para alcanzar. Él captaba lo que yo quería. Nos llevábamos muy bien.

-¿Cómo fue el momento en el que te enteraste que habías clasificado para los JJ.OO.?

-Espectacular. Fue en Rosario Central, en un campeonato argentino. Tenía que bajar casi 20 segundos para lograr la clasificación. Ya con Tito habíamos estudiado bastante el plan de prueba, que consistía en tirarme al agua y hacer los primeros 100 metros a full. Con Tito teníamos ciertas señas que él me hacía para avisarme si iba bien con el tiempo, y yo tenía que contar las brazadas. Hasta los 400 metros, él me decía que estaba todo bien, hasta que a los 600 metros me hace la seña de que tengo que apurar. Cuando llego a los 800 metros y toco el borde, el cronometrista me dice “Silvia, hiciste el tiempo, te clasificaste para Múnich”. Fue como tocar el cielo.

-¿Por qué viajaste sola a los juegos Olímpicos?

-Porque a mis padres no les alcanzaba el dinero para comprarse su pasaje. La Confederación Argentina de Natación y el Comité Olímpico eligen una dama de compañía y a los entrenadores. Tito no pudo ir, fue Juan Giordano, que era el entrenador de Patricia López Muñiz, otra nadadora argentina. La dama de compañía que la delegación olímpica había dispuesto para mí no existió, porque no la vi durante toda la competencia.

-¿Cómo era tu relación con el resto de la delegación argentina al ser la más chica?

-Buena. Al ser la más chica, todos me cuidaban. Había cosas que yo las vivía desde la mirada de una nena de 14 años. Cosas que tenían importancia para otros, para mí no lo eran. Pero lo que viví lo viví bien.

-Si pensás en los Juegos Olímpicos de Múnich, ¿qué es lo primero que se te viene a la mente?

-La pileta. Era algo espectacular. Estar nadando en una pileta donde no había oleaje, medianamente liviana, me encantó. Además, me fascinó la inauguración. Estar en la inauguración de los Juegos Olímpicos es algo soñado y el cierre es algo espectacular, porque te proponés volver a clasificar para los próximos Juegos.

 

-¿De qué te sirvió esa experiencia de afrontar un Juego Olímpico siendo tan joven?

-Te da responsabilidad, te comprometés más con las cosas, se fortalece tu personalidad, fue un gran compromiso, y yo soy una persona que se compromete mucho con las cosas, que siempre se pone metas.

-¿Qué recordás de la Masacre de Múnich?

-Cuando nos levantamos, nos dijeron que teníamos que llevar los carnets con nosotros para poder pasar a cada lugar, no nos dejaban salir mucho de la villa olímpica, y estábamos muy atentos a todo lo que sucedía. No nos contaban muchas cosas, pero empezamos a notar más vigilancia. Por ejemplo, a la medianoche aparecía un escuadrón de policía en la villa olímpica e ingresaba a los bungalows a ver si había alguien, o si necesitábamos algo. Desde entonces hubo mayor control.

-¿Creés que falto seguridad?

-Creo que se confiaron. Nunca se esperaban que fuera a suceder algo así, porque no había atentados en las Olimpiadas. Creo que fue el único en la historia. No estaban preparados.

-¿El atentado opacó los Juegos?

-Sí, se opacaron porque esos Juegos eran perfectos a nivel edificios, organizativo, todo era bárbaro. Son muy perfeccionistas los alemanes. La muerte de deportistas no es grato y es algo que no tendría que pasar.

-¿Cómo fue el momento de tu prueba?

-En el momento de tirarme al agua, pensaba en el plan de competencia que habíamos estudiado con Tito. Traté de hacerlo lo mejor que pude. Bajé el tiempo e hice récord argentino, pero no estaba la altura de las otras nadadoras.

-¿Cómo seguía tu familia tu participación desde la Argentina?

-Por radio. Además me escribían cartas todos los días, era la única forma de poder comunicarnos.

-¿Creés que te faltó ese apoyo de tus padres y de tu entrenador en Múnich?

-Sí, obviamente. No es lo mismo que te haga la puesta a punto tu entrenador a que te lo haga otro. Y, quieras o no, aunque podía ser muy madura, era chica, tenía 14 años y fue mucho tiempo que estuve sola. Igual, estoy muy conforme con lo que hice.

-Luego de tu participación en Múnich, ¿por qué creés que no pudiste conseguir la clasificación a otro Juego Olímpico?

-Porque ya me había cansado de tanto entrenar. Te lleva mucho tiempo y tenía que estudiar, trabajar y mis padres ya habían hecho un gran sacrificio. Aparte, ya tenés otras metas y ya no tenía la motivación para seguir haciéndolo. Ya había terminado la secundaria y tenía que pensar en un futuro, tenía mis amigos, quería vivir otras cosas que no había podido vivir antes.

-¿Cómo fue el post Juego olímpico?

-Cuando llegué, todos me felicitaban, me preguntaban cosas, y yo siempre fui muy tímida. Además, tuve que empezar a estudiar porque tuve que rendir todas las materias que no pude rendir en esos tres meses que no había ido a la escuela, por eso tuve que estudiar bastante.

-¿Cuál era tu siguiente meta luego de los Juegos?

-Clasificar al Sudamericano de Medellín, en Colombia, que lo logré, y luego al Mundial, pero no llegué a la marca para poder conseguirlo y después no apunté a más nada. Porque siempre dije que iba a dejar de nadar a los 19 años y, cuando los cumplí, colgué la malla.

-¿Por qué dejaste de nadar a los 19?

-Porque ya era una etapa cumplida. Seguí nadando y haciendo deportes, pero no competitivo. El día que no disfrute más nadar, lo dejé. Cuando me pesó el ir a entrenar, levantarme temprano, seguir haciendo sacrificio, dije basta.

-¿Haber ido a un Juego Olímpico te marca para toda la vida?

-Sin dudas, porque no cualquiera se clasifica. El Juego Olímpico se vive en amistad, se vive con el otro, es algo que vos lo disfrutás y es algo que te queda para siempre.