Escribe la Pastora Nélida Margarita Galván.
Un hombre muy pobre pudo enviar a su hijo a la universidad. Cuando estaba por graduarse, el muchacho le escribió una carta a su padre pidiéndole que asistiera a la ceremonia. Pero él le dijo que no podía asistir porque solo tenía un traje, bastante viejo. El hijo le aseguró que lo del traje viejo no le importaba. Lo que quería era que estuviese él ahí.
Por fin, el señor hizo el viaje. El día de la entrega de diplomas, el joven entró al salón de actos con su padre, y le buscó uno de los mejores asientos. Grande fue la sorpresa del anciano cuando supo que su hijo era el mejor alumno de su promoción; y cuando el muchacho recibió el premio, descendió del escenario y delante de todo el público reunido besó a su padre y le dijo:
– Toma, papá; este premio es tuyo. Si no hubiese sido por ti, jamás lo hubiera recibido.
Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a si mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Efesios 5:2
Como hijos de Dios debemos estar absolutamente agradecidos. Él es la fuente de todo: de la vida, el sustento, el consuelo y la fuerza física y espiritual. El entregó a su hijo Jesucristo para poder cargar con todos nuestros pecados otorgándonos su perdón y la vida eterna, por su gran amor hacia nosotros.
Cuántas veces nos hemos detenido un momento y hemos dejado un breve espacio para poder orar y no pedir nada, sino en una total entrega como agradecimiento por sus múltiples favores en nuestras vidas.
Hoy es un buen momento para orar y agradecerle a nuestro Padre Celestial. No olvides también agradecer delante de los demás y testificar a otros de todas las bendiciones que él te da.
Me cuidas, te cuido, nos cuidamos.
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