“Con el amor y el auxilio de la Virgen, nos lanzamos a construir el Reino y así gozaremos de la ‘dulce y confortadora alegría de Evangelizar’”, expresó monseñor Agustín Radrizzani SDB, arzobispo de Mercedes-Luján, al presidir el domingo 12 de mayo, la misa de la peregrinación arquidiocesana al santuario de Nuestra Señora de Luján.
Con el lema “De la mano de María caminamos como pueblo”, el domingo 12 de mayo, la comunidad arquidiocesana de Mercedes-Luján peregrinó al santuario de Nuestra Señora de Luján. El arzobispo arquidiocesano, monseñor Agustín Radrizzani SDB, presidió la misa acompañado por su obispo auxiliar, monseñor Jorge Eduardo Scheinig y sacerdotes del clero arquidiocesano.
Al comenzar la homilía, el prelado dio las gracias a la comunidad presente por asistir a la peregrinación, “no como fieles pasivos, sino como constructores de nuestra identidad arquidiocesana, viviendo el Evangelio desde cada lugar: en la familia, en el trabajo, el estudio, descubriendo la nobleza de la relación de noviazgo, en la amistad, en los momentos de sano esparcimiento”.
Se refirió a su Iglesia diocesana, no como “una porción geográfica de la Iglesia universal”, sino como la que “hace presente el misterio de la salvación en el ámbito espacio–temporal. Por eso queridos hermanos sacerdotes, queridos fieles laicos, quiero llamarlos hoy a vivir plenamente esta comunión. No existe diócesis sin verdaderos lazos de comunión, sin verdaderos lazos de pertenencia”, subrayó.
Luego, dirigiéndose a María de Luján afirmó: “Es madre de Jesús, madre nuestra, en cuyos ojos tiernos nos miramos, pues cuando en ellos nos reflejamos, percibimos la dulzura y el amor que el Señor tiene para darnos”.
Sobre el sínodo arquidiocesano, expresó: “Este caminar lo debemos trasformar en camino sinodal. Se trata de caminar juntos, en unidad. Más vale menos en unidad que más fuera de la unidad”. “El carácter sinodal es un camino que debe renovarse y revitalizarse continuamente para favorecer un nuevo impulso misionero que implique a todo el Pueblo de Dios”.
Monseñor Radrizzani calificó a la Iglesia sinodal como aquella que es “participativa y corresponsable”, que es del “tercer milenio”. Una Iglesia “llamada a la reforma de su vida con vistas a una más incisiva salida misionera», porque “el carácter sinodal, entendido y puesto en práctica de modo correcto, expresa y actualiza la naturaleza y la misión más auténtica y profunda de la Iglesia en la historia”, explicó.
Antes de concluir, se detuvo en la “salida misionera”, indicando que la misión “no solo es una fecha o un barrio determinado”, sino que es “una actitud de vida”. “La Iglesia en salida vive escuchando las inquietudes de la gente”, manifestó, y la describió como “abierta al diálogo”, “con prácticas sorprendentes y de encuentro afectuoso”, “que conversa con los pobres, los abraza y los defiende”.
Aunque lo definió como “un gran desafío”, el camino sinodal es al mismo tiempo algo que “nos entusiasma, nos empuja, encendiendo dentro nuestro el fuego de Pentecostés, con alegría, audacia y esperanza”, afirmó el arzobispo. “Con el amor y el auxilio de la Virgen, nos lanzamos a construir el Reino y así gozaremos de la ‘dulce y confortadora alegría de Evangelizar’”, dijo al finalizar.