Se trata de César Peláez, quien contó cómo conoció la institución, cuáles fueron sus primeras experiencias como voluntario y cuáles son sus objetivos con respecto al cargo que acaba de asumir. En la nota, las declaraciones.
«Si bien me formé en el área de la Bioquímica, solo durante los años de estudiante trabajé vinculado a la salud, para luego desempeñarme en el área de la industria alimenticia hasta desembarcar en mi actividad actual que es la distribución y comercialización de productos e insumos de higiene industrial e institucional. Esta actividad la realizo hace 10 años en forma independiente, condición que me permite disponer de tiempo para realizar tareas de servicio voluntario que me hacen plenamente feliz.
Hace unos años, mientras participaba activamente junto con mi esposa Andrea en el grupo de retiros espirituales Emaús, organizando retiros y ferias en zonas carenciadas, se me ocurrió invitar a Cristian Viaggio a inscribirse en uno de ellos. Su agenda estaba ocupada en esa fecha pero se interesó en la actividades que hacíamos ahí, particularmente en una: las reuniones grupales de Adoración al Santísimoque realizábamos, entonces me preguntó: “El Hospice necesita Adoración y oración, ¿vos podrías organizarlas dentro de nuestra Casa?”.
Pocos días después hicimos el primer encuentro y ese día – si bien ya conocía la existencia y la causa que llevaban adelante – conocí el interior del Hospice. No dudé un instante en ofrecerme como voluntario ese mismo día. Cuando se abre la puerta de nuestra Casa de la Divina Misericordia, se respira otro aire, despierta el espíritu de amor, de compasión y de servicio. Sin dudas, nuestra Virgen María protege ese lugar para que esto suceda. Fernanda Pérez, Coordinadora de voluntarios, me convocó a una breve entrevista de admisión, y poco días después estaba cumpliendo mi primer turno de 4 horas.
Feliz de haber encontrado este espacio y mucho más por poder hacerlo con el apoyo valiosísimo de mi familia, de Andrea y mis 3 hijos: Gaspar, Fermín y Trini. Claro que se resignan otras actividades, otros programas, pero nos apoyamos como familia en las cosas que nos gustan y saben que me siento bien acá. Como voluntario aprendí cosas que nunca hice en mi casa, como por ejemplo planchar, aunque no pude aprender a cocinar todavía, jajaja. Lo lindo es que armamos un equipo, y siempre hay alguien que sabe hacer cosas mejor que vos y te cubre la espalda, en la limpieza de la ropa, de la casa, en la cocina, en la capacidad de saber escuchar, en la cordialidad, en la compañia, y mucho más.
Al ir sumando tiempo de voluntariado y de relación con los huéspedes y sus familias, fui deseando comprometerme cada vez más con la causa y fui identificando las áreas en las que realmente el desempeño me parecía impecable. El Hospice cuenta con un equipo multidisciplinario de excelencia: enfermeras, médicos, psicólogas, asistente social, nutricionistas. No era entonces en esas áreas donde yo podía agregar valor. Tampoco en el grupo de Voluntarios, que está en constante crecimiento y es muy dinámico – gracias a Dios se suman más que los que se alejan, porque no es fácil sostener en el tiempo el compromiso con el servicio y en algunos casos las agendas familiares o laborales, impiden esa continuidad – por eso es mucho y permanente lo que trabajan las coordinadoras para mantener el grupo bien comunicado y capacitado. La Casa tiene novedades todos los días y de todo tipo, ingresan huéspedes y debemos conocer sus condiciones de alimentación, cómo se componen sus familias, cuáles son sus gustos y deseos, etc.
El Hospice ya superó las etapas más difíciles, la de poner la casa propia en funcionamiento, con el espíritu inspirador de Santa Teresa de Calcuta, brindando asistencia y compañía a través de cuidados paliativos a personas que padecen una enfermedad progresiva e incurable.
Siento que comienza ahora una nueva etapa y debemos enfocarnos en las necesidades y los compromisosque hoy se presentan. Ahí es donde quiero sumar mi tiempo y esfuerzo. Quiero salir a despertar ese espíritu voluntario que desarrollamos a espacios de la comunidad con quienes debemos interactuar: organismos públicos y privados de la educación, otras organizaciones civiles, empresas.
Hoy las empresas tienen un interés genuino en acompañar programas solidarios, pero ellas se dedican a sus cosas y somos nosotros debemos salir a buscarlas, a contarles lo que hacemos y lo que necesitamos. Solventar el funcionamiento de la casa mes a mes es un gran esfuerzo y los aportes a veces son insuficientes. Estoy convencido de que encontraremos muchas personas y organizaciones sensibles que desde diferentes lugares nos pueden ayudar. Wazabi es un ejemplo de eso, y hoy más que nunca. Ellos son profesionales de la comunicación que colaboran con nosotros en forma desinteresada pero con altísimo nivel profesional difundiendo en redes sociales, armando contenidos, publicando nuestras actividades, etc. De ellos tenemos que aprender para llegar a más y mejores personas.
No es la primera vez que presido una Asociación Civil sin fines de lucro y estoy convencido de que parte importante de nuestra misión es comunicar para contagiar. Considero que el mundo está repleto de gente buscando espacios donde desarrollar su generosidad. Hemos conformado una Comisión Directiva con gente muy valiosa, personas competentes y de una gran nobleza, de modo que imagino un camino que nos llevará a seguir haciendo el mejor Hospice».