Una joven ciclista increpó a un conductor que dobló en U y casi la atropella y éste de 59 años, al volante de su Chevrolet Tracker, respondió embistiéndola y empujándola contra otro auto para luego huir y terminar chocando contra otro coche. La mujer resultó con heridas leves y su bicicleta destruida. Sucedió en la localidad quilmeña de Bernal.
Lamentablemente, este no es un caso raro. Estas reacciones violentas van en aumento. Parece haber tolerancia cero ante aquellos que se interponen en el camino del otro. Se pueden ver en las redes sociales peleas entre conductores que terminan a las piñas, o uno rompiéndole el coche al otro. Choferes de colectivos agredidos. Y mucho más.
¿Qué está pasando en nuestra sociedad que llegamos a esta intolerancia con descargas de furia sin control?
El acto de conducir y el estrés. Algunas de las características del acto de conducir pueden resultar limitantes y estresantes:
la inmovilidad prolongada,
las congestiones de tránsito,
la atención dividida entre la conducción y el uso del celular,
los comportamientos invasores del espacio de algunos conductores, que se pegan al otro vehículo,
las provocaciones con gestos o insultos,
los problemas personales,
resultan un cóctel que puede desencadenar reacciones agresivas, desde gestos e insultos hasta agresiones físicas, especialmente entre quienes padecen un pobre control de impulsos.
Finalmente, educar para la convivencia en el espacio compartido de la vía pública a partir de la conciencia de interdependencia en el sistema del tránsito que todos hacemos, aprendiendo a gestionar el sano juicio y el autocontrol emocional deben ser parte del entrenamiento habitual para una conducción y movilidad segura.