Un grupo de familiares y amigos de las víctimas participaron el 30 de diciembre de la misa que se celebró en la catedral metropolitana de Buenos Aires al cumplirse 17 años de la tragedia de Cromañón, el siniestro en un local del Once en el que murieron 194 personas, en su mayoría jóvenes.
La Eucaristía fue presidida por el arzobispo de San Juan de Cuyo y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), monseñor Jorge Eduardo Lozano, quien siendo obispo auxiliar de Buenos Aires acompañó espiritualmente y en la búsqueda de justicia a las familias de las víctimas, les envió una carta expresándoles su cercanía.
La presencia de familiares de víctimas, dijo el arzobispo, “me conmueve, porque nos une una experiencia. No una idea, sino una experiencia, un camino concreto de dolor, de sufrimiento, pero también de crecimiento en la amistad, la fraternidad y del apoyo mutuo”.
“Ustedes saben lo importante que son los otros en este camino”, agregó, y advirtió: “En la soledad no podemos levantar, no podemos mirar con esperanza. Y son los otros, hermanos, hermanas, familia, amigos, que nos ayudan a seguir caminando sin olvidar; caminando buscado sanar, buscando servir”.
Al reflexionar sobre el pasaje evangélico del día, el arzobispo sanjuanino señaló que une memoria y comienzo de lo nuevo, y relacionó: “Nosotros nos reunimos haciendo siempre memoria de lo acontecido hoy hace 17 años. No lo borramos, no asumimos una actitud de dar vuelta la página o de olvidar. La fe no nos pide eso, Dios no nos pide borrar parte de nuestra historia”.
“Aun en esta situación de sufrimiento y de dolor en este caminar juntos, Él quiere mostrarnos en el Niño de Belén, que año tras año celebramos su nacimiento, quiere mostrarnos su ternura presente, su caricia, su consuelo”.
“Cómo deseaba verlos, cómo me muero de ganas de abrazar a cada uno y a cada una de ustedes, pero nos tenemos que seguir cuidando”, expresó haciendo referencia a las sugerencias sanitarias pro la pandemia.
Monseñor Lozano afirmó que “más allá del gesto concreto de abrazarnos y besarnos, sabemos que en el corazón guardamos lo más importante: guardamos a nuestras familias, a nuestros amigos, a los difuntos y a los vivos; a nuestros vecinos, aquellos que nos hacen sufrir y aquellos que nos colman de gozo y esperanza”.
“Ofrezcamos entonces esta misa, en este clima tan raro, tan distinto a lo que nosotros desearíamos; pero que es lo que hoy podemos hacer para no quedarnos de brazos cruzados, sino para poder seguir andando, sostenidos mutuamente por el mismo dolor y la misma esperanza. Que no se nos pierda esto. Tengamos hoy también, de manera especial, a tantos familiares y amigos que quisieron poder venir y no pudieron; pero que desde sus casas o lugar de internación, ofrecen su oración para unirse entre todos en esta celebración”.
La Iglesia en Buenos Aires, presente
El 30 de diciembre de 2004, durante una recital del grupo de rock Callejeros, se desató un incendio atribuido a una bengala, en el que murieron 194 personas.
Habían pasado unas horas apenas y llegó un telegrama del papa Juan Pablo II, manifestando su «profundo pesar» por las numerosas muertes jóvenes.
La madrugada del 31 de diciembre, el entonces cardenal Jorge Bergoglio visitó a heridos en hospitales, mientras encomendaba a monseñor Eduardo García, otro de sus colaboradores, celebrar misa en Bartolomé Mitre y Ecuador, frente al local nocturno de la tragedia, que hoy es paseo peatonal y recuerda a las víctimas mortales.
La Iglesia viene acompañando desde el momento de la tragedia a los sobrevivientes y padres de los jóvenes muertos. En cada aniversario, se celebra una misa en la catedral metropolitana.