Las elecciones siempre configuran un buen momento para dar algunos debates gruesos que ocupan, o deberían ocupar, a las distintas referencias políticas que aspiramos a representar los intereses de las mayorías. Sin embargo, hace años, que si bien se genera un buen clima social de charlas de temas políticos, nos cuesta mucho, colectiva e individualmente, hablar sobre proyectos y programas de largo alcance, sobre los sujetos protagonistas de las transformaciones que queremos impulsar, las estrategias y tácticas que entendemos necesarias para el desarrollo, y que todo esto tenga un peso específico que nos permita referenciarnos e ir más allá, de las elecciones por un lado, que se reducen a un clima casi efímero de dos meses de bullicio cada vez menos ruidoso, y de la politiquería y el poroteo, por otro.
Escribe Juan Franco Ingiullo.
Es claro que en términos nacionales necesitamos buenas noticias y punto: un freno a los precios, alguna medida masiva de acceso a la tierra y al techo, un salario universal que enfrente las situaciones de indigencia al tiempo que se construyen experiencias laborales de reconstrucción de la patria, desde abajo y cooperativamente, como lo vienen haciendo millones de personas que levantan clubes, sociedades de fomento, escuelas públicas, entre otras. Cuando la realidad ordena, los medios de comunicación pierden su capacidad de engañar y orientar la voluntad del pueblo; como decía el general, “la única verdad es la realidad”, pero el problema por estos tiempos es que la realidad es muy mala para millones compatriotas y eso es lo que los medios aprovechan y potencian.
Las elecciones, a pesar de la remontada que tiene más que ver con el trabajo político de las organizaciones territoriales que con grandes medidas o gestos de escucha que busquen recuperar el caudal electoral, fueron un dato malo. Sacamos mal las cuentas, incorporamos en la ecuación elementos que eran despreciables y no tuvimos en cuenta cosas determinantes, militamos con un proyecto político poco claro, soportando malas noticias y medidas entibiadas en nuestras espaldas, caminamos calles destruidas con vecinxs sin agua, sin trabajo, con pocas cosas para festejar. Aún así, la militancia de todos los espacios del frente, con distintos argumentos e ideas-fuerza, con distintos métodos, trabajamos para convencer a las miles de personas que había que votarnos, con esperanza y protagonismo para cambiar aquello que está mal y profundizar lo que viene saliendo bien.
En Luján, este escenario tuvo matices. Si bien las elecciones se dieron similares: paliza en las PASO y gran remontada en las generales, que, por la distancia entre las racionalidades de la matemática y la política, terminamos perdiendo una banca en el concejo con una pequeña diferencia porcentual; en Luján había, y hay, algunos pilares sobre los cuales pararse para decir qué queremos hacer y buscar convencer activamente a nuestros vecinos y vecinas. Ya sea porque el gobierno de Luciani fue de un abandono y un desprecio por el Estado al servicio de los humildes tan grandes que cualquier cosita que hagamos en clave municipal ya era bastante, ya sea porque como gestión hemos podido trabajar sobre algunas cuestiones estructurales relacionadas sobre todo a una embrionaria urbanización de nuestros barrios y localidades: hasta ahora algo de agua y algo de asfalto, mientras que en agenda también hay varios proyectos, a los cuales nos vamos acercando centímetro a centímetro, como la reconversión del basural más grande la provincia, las obras sobre la ribera que evitarían las inundaciones, algunas políticas de tierra y vivienda, entre otras. A pesar de ello no alcanzó: arrastre nacional, gobernar en pandemia, ser demasiado tecnócratas, soberbios, hablándonos al mundillo político, poca participación vecinal en las distintas obras, etc. Infinitos argumentos podemos sintetizar colectivamente, esperemos guiados por perspectivas político-ideológicas y no por oportunismos berretas que redundan en la política con p minúscula.
En definitiva, acá también perdimos, y está bien asumirlo porque lo que hagamos en adelante va a tener que ver mucho con la capacidad que tengamos de procesar nuestra realidad y el mensaje que nuestro pueblo dio.
Nuestro espacio político, el Frente Patria Grande en Luján, junto con las organizaciones que armamos Ahora Podemos, hacemos de la realidad, el trabajo y la organización los principales insumos para ser optimistas. El optimismo hay que alimentarlo con la verdad, y con voluntad necia e irreverente salir a transformar la realidad.
Y acá sí que hay que dar debates, porque creemos que todavía se puede, si gobernamos con la agenda del pueblo y no con la de los poderosos de siempre, se puede. Luján da para más. Es la única forma que tenemos para que la política sea transformación y no chamuyo, sea la participación de las mayorías y no el negocio de un puñado. Perdimos la elección, pero jamás el horizonte, seguimos con la idea fija de que el pueblo organizado es el mejor camino para construir el poder popular y el protagonismo de los humildes de la patria.
Como decía García Linera no sabemos otra cosa que no sea: «luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Ese es nuestro destino».