El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Marcelo Julián Margni, presidió en Luján una misa en ocasión de la peregrinación diocesana al santuario nacional, la primera desde que asumió el pastoreo de la diócesis.
«Nacimientos, nuevos comienzos, la apertura de un corazón desbordante, y el canto de un corazón que exulta. Las lecturas bíblicas de esta primera peregrinación diocesana a Luján que comparto con ustedes, rebosan esperanza», expresó el obispo en el comienzo de su homilía.
«Se nos habla de dos nacimientos. En la primera lectura, a modo de profecía de lo que escucharemos en la página del Evangelio, es Samuel –el hijo largamente esperado por Ana, que lo ha pedido incluso entre lágrimas. En el Evangelio, es Jesús –ese hijo que desborda la esperanza de esta otra mujer anónima a los ojos del mundo, habitante de un pueblo insignificante en un rincón marginal de la tierra, María», relató.
«Nacimientos. Un hijo que llega, esperado o no, colmando una espera o desbordando toda esperanza. Quienes entre ustedes son madres o padres lo saben bien: un hijo significa siempre nuevos comienzos; la vida que se abre paso; la vida que pide ser recibida, acogida, custodiada, amada… la vida que se ofrece como un don siempre nuevo. Y esto es cierto más que nunca en la historia del nacimiento de Jesús, hoy anunciado a María: es el anuncio del Dios que viene, como vida, ciertamente frágil y necesitada de cariño y cuidados, pero también abundante, capaz de colmar y aún desbordar toda esperanza. Esa es la historia que nos narra la palabra de Dios. Esa historia es también nuestra historia», consideró.
Y en referencia a la pandemia, expresó: «Hemos atravesado un tiempo muy duro. En cierto modo lo seguimos atravesando. Como humanidad, como pueblo, como diócesis en nuestras ciudades, nuestros barrios y tal vez incluso en nuestra propia casa. Han sido largos meses de incertidumbre, de dolor, de pérdidas. Pero este tiempo que vivimos lleva también el signo de la esperanza», valoró.
«Si somos capaces de abrir nuestros ojos y nuestro corazón, como la Virgen… si supiéramos, como ella, responder a lo inesperado con el humilde «Hágase en mí según tu palabra» … ciertamente veremos que, en medio de tanto dolor, frágil y necesitada de cuidados, se abre paso la vida. Y Dios con ella», aseguró.
«En este santuario de Luján, que es casa para todo nuestro pueblo, junto a la presencia maternal de la Virgen, continuamente experimentamos el rostro maternal de Dios, que hace resurgir la vida. Y redescubrimos también la vocación maternal de la Iglesia, la comunidad cristiana, el pueblo de Dios todo», destacó el obispo.