“Comenzamos el año con una carga grande que nos cansa, que nos fatiga y los desafíos que tenemos son muchísimos. Tenemos el desafío de que todo el pueblo se vacune y no parece un desafío fácil. Tenemos el desafío de ganarle a esta enfermedad. Pero también tenemos el desafío de que haya trabajo para todos, que la economía genere bienes para todos. Tenemos el desafío de recuperar lo ético, lo moral, que podamos ser un pueblo con una conducta, con una moral. No todo da lo mismo. Tenemos el desafío de una dignidad que se pueda vivir, que toda persona alcance su dignidad”, enumeró el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, en el comienzo de su homilía.
“Estamos con el desafío de subir una montaña y para nosotros, los creyentes es muy importante haber celebrado la Pascua”, consideró. “En la Pascua celebramos que Jesús murió, murió verdaderamente en la cruz después de mucho dolor, lo sepultaron, pero resucitó”. “En la Pascua hemos celebrado que Jesús está vivo, que no lo venció la muerte ¡Jesús no está muerto. Jesús está vivo! Esa es nuestra fe”, sostuvo.
“A los primeros cristianos, las primeras comunidades, esto les significaba un cambio de vida, una transformación. No es lo mismo creer que Jesús murió y quedó muerto, a creer que venció la muerte, está vivo, está resucitado”, advirtió. “Algo cambia en nosotros, la vida cambia en nosotros”, señaló.
“Lo primero que uno experimenta cuando siente que Dios está con uno, es que estamos llenos de Dios y eso nos da una paz, una serenidad, una alegría vital, inexplicable, y uno lo siente”, afirmó. “Y ustedes podrán decir: ‘Padre a mí me faltan muchas cosas; y es cierto’”, reconoció. “La vida cada vez se hace más compleja, más difícil y sin embargo la presencia de Dios llena la vida, y uno lleno de Dios, siente algo distinto”.
“Lo segundo que nos trae Jesús Vivo Resucitado, es la posibilidad de dar vuelta la hoja, de cambiar la página, punto y aparte en la vida. Nos da la posibilidad del perdón. El Espíritu Santo que Jesús vivo nos regala, es un recomenzar siempre. Lo que más nos mata es el mal, es el pecado. Y el Espíritu nos perdona, nos hace nuevas personas, puedo volver a empezar”, alentó.
“Nada me detiene, puedo renacer a la vida, gracias a la misericordia de Dios. Y podemos perdonarnos unos a otros, podemos recomenzar juntos, hacer una fraternidad distinta, porque Cristo está vivo. Me cambia el corazón. No me quedo atada, atado, al pasado, sino que me lanzo al futuro”.
En referencia al Evangelio, expresó: “Cualquiera de nosotros puede ser Tomás, cualquiera puede dudar, faltarnos la fe. Cualquiera de nosotros, en este tiempo del mundo y de la Argentina en particular, muchas veces somos tomados por un escepticismo que nos pone todo en duda”.
Y retomando las palabras de Jesús, animó: “Felices lo que crean sin ver, nosotros, que no vimos a Jesús, pero creemos en Él, y creemos que está vivo”. “Esto nos cambia la manera de pararnos frente a la realidad, nos cambia la manera de estar en el mundo, de interpretar las cosas. El Señor nos renueva la fe”.
“Estamos cansados subiendo una montaña, pero creyentes en que no estamos solos, en que estamos con Él, en que caminamos con Dios. Por eso podemos enfrentar la vida con paz, no sin conflictos, sino con una seguridad interior distinta”. “La fe nos regala algo que nos hace bien para la vida, para el cansancio, para subir la montaña, para enfrentar las cosas”, aseguró. “Estos son tiempos de agarrarse al Cristo Vivo, de agarrarse al Cristo Resucitado”.
Finalmente, invitó a pedirle al Señor “en este domingo en que celebramos al Señor Resucitado, lleno de misericordia, que nos regale su vida, nos contagie con su vida, para enfrentar la vida de todos los días. Que ese es el desafío que tenemos, y por supuesto le pedimos a nuestra Madre de Luján que nos regale la salud, salud para el pueblo argentino”.