En el comienzo de la Cuaresma, el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, dirigió una carta a la comunidad en camino hacia la Pascua. En ese sentido, invitó “a vivir este camino de conversión juntos, no de manera solitaria, sino juntos, como comunidad eclesial. Necesitamos generar como una corriente, como un río de vida, en el que podamos dejarnos llevar por el testimonio vivo de otras personas. Estoy seguro de que si conociéramos los deseos de ir a Dios de nuestras hermanas y hermanos y sus ganas de vivir de otra manera, todos nos sentiríamos como más animados y motivados, con más esperanza e impulsados a hacer cosas para que el mundo cambie para bien”.
El prelado comenzó su carta recordando el bautismo del Señor: “Jesús vivió oculto en Nazaret hasta el momento en que Juan lo sumerge en las aguas del río Jordán, es decir, lo bautiza. En ese momento el Padre Dios manifiesta que Él es Su Hijo querido a quien debemos escuchar”, recordó.”Luego Jesús va al desierto, como lo hizo el Pueblo de Dios cientos de años atrás y Él es tentado también, pero su respuesta será de total fidelidad a Dios, Su Padre”, destacó. “El sí incondicional que da Jesús en el desierto es la preparación para su misión, que comienza con un mensaje claro y preciso: ‘El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia’”.
En ese sentido, monseñor Scheinig reflexionó en dos partes: En la primera, “Conviértanse”, recordó que “en la larga historia de nuestra humanidad Jesús inaugura un nuevo tiempo, el tiempo de la cercanía de Dios. Él es el Dios que se hace hombre para estar definitivamente cercano a nosotros. Su hablar, su caminar, su sentir, su hacer, su vivir, es la manera que Dios ha elegido para mostrarnos que Su Amor y Su Misericordia por nosotros son definitivos y sin límites”.
“Podríamos decir que esa es la parte que hace Dios. Pero nos invita a que también nosotros hagamos nuestra parte: convertirnos y creer. Es como si nos dijera: ‘yo me acerco para no separarme jamás de ustedes que son mi pueblo, les pido que con toda libertad, se acerquen ustedes a mí y no se separen jamás’”.
“El tiempo litúrgico que comienza el miércoles de ceniza, la cuaresma, es una muy buena oportunidad para ‘probar’, es decir, ‘tener el gusto’ de su cercanía, de su profundo amor y misericordia”.
“Quizás es la primera vez que me doy cuenta de quién es Dios y cuánto me ama. Esa primera vez se convierte en un acontecimiento imborrable. Es muy posible que ya lo hayas experimentado, entonces, este es el tiempo de volver a sentirlo en lo profundo del corazón. El tiempo de conversión, es un tiempo precioso de renovación”, afirmó.
En ese sentido, invitó “a vivir este camino de conversión juntos, no de manera solitaria, sino juntos, como comunidad eclesial. Necesitamos generar como una corriente, como un río de vida, en el que podamos dejarnos llevar por el testimonio vivo de otras personas. Estoy seguro de que si conociéramos los deseos de ir a Dios de nuestras hermanas y hermanos y sus ganas de vivir de otra manera, todos nos sentiríamos como más animados y motivados, con más esperanza e impulsados a hacer cosas para que el mundo cambie para bien”.
“Son tiempos para dar testimonio y recibirlo de los otros con un corazón abierto”, animó, llamando a pedir juntos para el mundo “el regalo de la conversión”.
La segunda parte de su reflexión estuvo centrada en: “Crean en la buena noticia”. Con esta expresión, destacó el prelado, “Jesús nos invita a algo más”.
Se trata de un segundo desafío: “Hacer una opción por Él, elegirlo por sobre otros y por sobre otras propuestas para la vida, por más buenas que parezcan”. Este, advirtió, “es un reto permanente a nuestra libertad y a nuestras convicciones más profundas que a medida que vamos creciendo, es fundamental renovarlas. Es el desafío de hacer de nuestra fe una relación personal y vital con nuestro Dios hecho hombre, Jesús”.
Y citando al papa Francisco en su bendición Urbi et Orbi del 27 de marzo de 2020, expresó: “Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”.
“El Santo Padre, como nadie en el mundo, ha levantado su voz de anciano sabio y con su corazón de profeta enamorado y apasionado por Jesús y su Evangelio, nos invita a vivir la fraternidad: ‘No hay tiempo para la indiferencia. O somos hermanos o se viene todo abajo’”, destacó.
Finalmente, animó a la Iglesia arquidiocesana al compromiso de “seguir sumergiéndonos en esa hermosa Carta Encíclica: Fratelli Tutti, para aprender un nuevo estilo de vida que nos haga bien y haga bien al mundo”.