Con el lema “Madre, abrázanos, queremos seguir caminando”, se llevó a cabo de manera virtual la 46° Peregrinación Juvenil a Luján. Durante la jornada del sábado 3 de octubre, se desarrollaron actividades en línea: hubo momentos de animación, entrevistas, testimonios, al tiempo que la imagen de la Virgen hizo su recorrido virtual con algunas paradas especiales.
La misa central estuvo presidida por el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, Mario Aurelio Poli y fue concelebrada por el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea; el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig; y los obispos auxiliares de Buenos Aires monseñor Joaquín Sucunza, monseñor Enrique Eguía Seguí y monseñor Gustavo Carrara
Cerca de 200 mil personas en simultáneo acompañaron la transmisión en vivo de la misa y dejaron sus intenciones a través del chat de los canales de YouTube y en las páginas de Facebook del Santuario y del Arzobispado de Mercedes-Luján. En su homilía, el cardenal Poli expresó: “Muy queridos peregrinos y devotos de la Virgen de Luján: estamos en su casa, ante su imagen. El corazón se serena y se llena de gozo, de alegría”.
“Los saludamos desde el santuario nacional de la fe, donde mis hermanos obispos y también los sacerdotes, un grupo de laicos, servidores, hemos querido concelebrar esta misa por las intenciones de todos ustedes, en especial para pedir a nuestra ‘Madre gaucha’ su maternal protección para que libre a la familia humana, a la Argentina, de esta prueba que tanto dolor nos causa”, pidió.
En referencia al Evangelio, expresó: “El breve pasaje del Evangelio de San Juan que hemos proclamado, dirige nuestra mente a la pasión y nos invita a revivir un momento decisivo de la historia de la salvación, para venerar junto con el Hijo, exaltado en la cruz, a la Madre que comparte su dolor”.
En ese sentido, detalló: “Es el momento en que se cumple el anuncio de Jesús: ‘Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí’. Y la primera discípula que se dejó atraer fue la Virgen, su Madre”, destacó. “El mismo Espíritu Santo que la cubrió con su sombra en la Anunciación, la sostuvo durante su compasión a los pies de la cruz, donde su corazón traspasado se dilató de tal manera, que su maternidad alcanzó una dimensión universal”, reconoció. «La atrajo el amor crucificado de su Hijo, el mismo que amamantó y había mecido en sus brazos en tiempos de la serena vida de Nazaret. Pero luego, la Madre dolorosa esperaba en silencio la hora en que Jesús iba a pasar de este mundo al Padre”, recordó.
“Durante los últimos momentos de la pasión, cuando Cristo sufría en su carne el peso de todos los pecados del mundo, y a su vez era consolado por la misericordia divina, pudo ver a sus pies la confortadora presencia de su Madre y del joven discípulo al que Jesús amaba. En ese trascendental instante, antes de consumarse la obra que el Padre Dios le había encargado, Jesús se dirige en primer lugar a su Madre, y le señala al discípulo para que lo reciba como a un hijo. Luego se dirige al discípulo: ‘Aquí tienes a tu Madre’, para que la reconozca como propia. Y sin dudar, de tal manera la hizo suya, que desde aquella hora, aquel hijo la recibió en su casa”, relató el purpurado.
“Con ese testigo anónimo, el evangelista sugiere que cada uno de los peregrinos puede apropiarse ese lugar en la Pasión y poner cada uno su nombre, de varón o mujer, como sucede después de cada peregrinación: también nos llevamos a la Virgen en nuestra mente, en nuestro corazón, y la recibimos alegres en nuestras casas, y le pedimos que comparta nuestras cosas, nuestra vida”, admitió.
“Su presencia doméstica es la que más le cabe a la Madre. Su sola imagen siempre nos remite a su hijo, Jesús, porque todo en ella refleja el Evangelio de su hijo, y lo hace más fácil y entrador”, observó.
“En clave evangelizadora, el papa Francisco, comentando este pasaje, nos enseña que al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María: Él nos lleva a ella porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio”.
“Al Señor no le agrada que falte en su Iglesia el ícono femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”, aseguró.
“Cuando esta página del Evangelio, en cada misa en honor de la Virgen, se proclama, resuena de un modo especial en este santuario, adquiere un realismo que nos consuela y nos da alegría, porque nos vuelve a recordar aquel feliz diálogo del calvario, en el que nos adoptó como hijos una Madre amorosa, que nos recibe con una montaña de ternura”.