Con el lema “La fuerza de la esperanza. Docentes con olor a tierra fresca”, se llevó a cabo el 5 de agosto de manera virtual, el encuentro de docentes organizado por la Junta Regional de Educación Católica (Jurec) de Mercedes-Luján, que contó con la participación de educadores y representantes legales de los establecimientos católicos de la arquidiócesis.
En el marco del encuentro, el arzobispo, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, brindó una charla sobre el tema. «La esperanza -expresó- es lo último que se pierde. Los seres humanos necesitamos sostener la esperanza. Por eso nos convencemos de que es lo último que tenemos que perder. La esperanza nos motiva a la espera”.
“Esto es muy humano, es un estado interior del alma, fundamental para la vida de todos los días. Cuando la esperanza se viene abajo nos deprimimos, entramos en tristeza, se nos va bajando la fuerza de la vida cotidiana, no sólo como docentes, también en nuestras relaciones. Uno se vuelve una persona entristecida. Es fundamental cuidar la esperanza”, afirmó.
“Si algo quiero hacer en este encuentro es cuidar la esperanza de ustedes. Animarlos a que cultiven la esperanza como algo fundamental para la vida de todos los días. Los tiempos que estamos viviendo no matan la esperanza, pero la ponen en jaque. Las situaciones que estamos viviendo ponen en jaque nuestra propia esperanza, nuestras motivaciones más profundas, nuestra energía para la vida. La esperanza es un tesoro que tenemos que cuidar”, consideró.
En ese sentido, enumeró tres características del tiempo presente, propias de la vida: Miedo, perplejidad y desconcierto. Además inseguridad y angustia, falta de apoyo y respirar aire nuevo, stress, añadió. “Todo esto nos pone en jaque la esperanza, el deseo, las motivaciones, también el servicio docente”, admitió.
“Los ciclos de la naturaleza nos van llenando de esperanza. Puede haber una espera automatizada, una espera forzada. En la pandemia el ciclo se rompe. Nosotros esperamos que las cosas cambien, mejoren”, reconoció.
En ese sentido, distinguió que “puede ser que esperemos de manera pasiva, como espectadores de la vida” que esperan en los cambios de afuera pero también en los cambios de adentro”, o “esperar activamente, no resignadamente. La esperanza me exige cambios personales”, señaló y advirtió: “Cuidado con vivir la vida mecánicamente”.
“Miedo; perplejidad ; desconcierto ; angustia; inseguridad, me llevan a buscar mecanismos de esperanza (el control de la situación). Puede ser que esto no se dé. Puede haber una esperanza que se pierde y otra que no se pierde”, explicó. “La esperanza creyente es más fuerte y más plena que la esperanza que les decía antes. Porque yo no espero que las cosas mejoren o espero controlarlas solamente, sino que espero en el amor, espero en Dios”.
“No espero solamente que las cosas cambien, espero en una transformación mucho más grande que es la transformación del amor, que las cosas realmente sean transformadas y que yo también sea modificado y sea transformado, no espero sólo cambios menores, espero cambios más importantes”, afirmó.
Recordando las parábolas de Jesús, monseñor Scheinig destacó que “es verdad que hay dificultades pero el Reino está, porque aunque haya semilla que caiga en terreno pedregoso, al costado del camino, también hay semilla que cae en tierra fértil”.
“El reino convive con el mal, hay dificultades. Dios está en esta realidad histórica. Aunque haya mal Dios está presente y cuando yo descubro eso quedo comprometido”, sostuvo, y exhortó: “Cuidemos la esperanza, cuidemos la presencia de Dios en nuestra vida”.
Por otra parte, invitó a “ser continentes de estos alumnos que son como las semillas. Ustedes la tierra, los alumnos la semilla. En ese proceso de semilla en la tierra hay un misterio químico, porque la semilla tiene vida, pero si no tiene la vida de la tierra, la semilla puede quedar infecunda, entonces la vida de los alumnos es fundamental pero la vida de ustedes le da un nutriente, le da un plus que es lo que hace que germine, no alcanza sólo con la intervención directa”, indicó.
“Ustedes queridos maestras, maestros, educadores, son tierra. La esperanza que nosotros podemos alcanzar en este tiempo tan difícil, lleno de miedo y perplejidad, es que hay gente que es tierra fértil, continente, capaz de dar algo fundamental para que se desarrolle la vida”, aseguró.
“Si nosotros pensamos que la educación en este tiempo de pandemia y de pospandemia es solo la incorporación de contenidos, de aprendizajes significativos, vamos a hacer un aporte importante pero no el que se requiere en este tiempo, que es una mayor calidad de vida, calidad humana”, advirtió el arzobispo. “La educación para mi es fundamental que se convierta en aportadora de la vida, apostar por la humanización es apostar por la vida”.
“La esperanza en el fondo la da Dios. Y Dios es capaz de generar cosas sumamente novedosas. Jesús va a la cruz, Jesús muere y pasa algo sorprendente: Dios le dice ‘muerte no, vida’. La Resurrección es la experiencia más fuerte que tenemos los cristianos para agarrarnos a la esperanza. Dios es capaz de hacer cosas sorprendentes”, insistió.