El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió en la basílica Nuestra Señora de Luján, la misa en la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. En su homilía, el prelado se refirió al hambre, y distinguió distintos tipos: “Hay muchos en el mundo que tienen un hambre que también mata”, advirtió. “El hambre se expande de manera acelerada. El hambre habla de que somos seres humanos, de que nuestra condición humana está cerca de esta experiencia de vaciamiento, de escasez, de necesidad”.
“Los seres humanos tenemos hambre porque somos limitados, y entonces nos desnutrimos, nos mal nutrimos. La respuesta al hambre es la comida. Necesitamos alimentarnos para tener energía, para vivir, para no morir”.
“Bien vale el esfuerzo que hacen muchas organizaciones hoy en concreto y también Cáritas. Bien vale el esfuerzo que hoy se está haciendo para que hermanas y hermanos nuestros no tengan hambre”, valoró. “Que haya hermanos, hermanas que deban ir a las ollas a alimentarse es un clamor, es un grito. El hambre es una experiencia que nos pone a todos en una situación de pobreza. Todos somos muy pobres cuando hay hambre”, consideró.
Refiriéndose a la Palabra del Señor, señaló que “nos invita a hacer pie en esta experiencia tan humana, tan nuestra, para darnos cuenta que sin dudas necesitamos comer, alimentarnos”.
“En este día en que hacemos memoria del Cuerpo y la Sangre de Cristo, los invito a no olvidarse de todas las veces en las que el Señor salió a nuestro encuentro para alimentarnos la vida. Recordá, vos que sos cristiana, cristiano adulto, que tal vez te convertiste de adulto, que antes de tu conversión, y antes de tomar conciencia de lo que significa el alimento eucarístico, el Señor ya te alimentaba. Y también te lo propongo a vos que sos una persona creyente, y que tal vez muchas veces has celebrado la Eucaristía, pero no con conciencia”.
“No te olvides, no nos olvidemos, que Dios tiene muchas formas de alimentar la vida, de saciar nuestro hambre, de hacer que vivamos de verdad. Y generalmente lo hace a través de otros, Tengamos memoria del corazón, memoria afectiva y no olvidemos palabras sustanciosas que otros nos dijeron y que alimentaron la vida, gestos que han tenido con nosotros y nos nutrieron, acciones verdaderas que no permitieron que muramos”, advirtió.
“No nos olvidemos que Dios siempre está alimentando nuestra vida. Los que somos creyentes, los que creemos, tenemos la obligación de hacer memoria de Dios que quiere que tengamos vida. Y por eso Jesús en el Evangelio redobla la apuesta y nos dice ‘Yo soy el Pan de Vida’”, reflexionó.
“Cuando nos alimentamos de Jesús, nosotros nos asimilamos a Él, nuestra vida se asimila a la suya. Su vida es la Luz de mi vida, el sentido de mi vida, su manera de vivir es la que yo quiero para mi vida. Entonces no vivo sólo de pan, vivo de Dios, de Jesús. Me alimento comiendo el pan consagrado, y también de la Palabra, haciendo que sea Jesús vivo, y puedo alimentarme de la comunidad, de la fraternidad, de la oración en el Espíritu”, aseguró.
“El Señor nos ha regalado este sacramento admirable, misterioso, el pan y el vino consagrado que necesitamos, que no es un premio para los perfectos o para los que hacen mérito, es un alimento necesario para el caminante de la vida”.
“Dios tiene muchas formas de alimentarnos, aún en este tiempo en que tenemos nostalgia de la comunión. Cuando compartimos al Señor, cuando el Señor es el centro de nuestra vida, nosotros nos asimilamos a Él para vivir como Él”, continuó, y recordando las palabras del papa Francisco, expresó: “El sabor de este pan consagrado es amor”.
Al finalizar la homilía, animó a comprometerse con los más pobres en la Colecta Anual de Cáritas, que se extenderá durante todo junio, y destacó la responsabilidad y la seriedad con la que Cáritas realiza su trabajo en favor de nuestros hermanos y hermanas más necesitados.