La catedral Nuestra Señora de las Mercedes se colmó de fieles en la tarde del sábado, que se congregaron para participar de la toma de posesión del nuevo prelado. Acompañaron la celebración Obispos y Arzobispos de todo el país, Los Diputados Nacionales Carlos Selva y Eduardo «Wado» de Pedro, el Director General de Culto Luis Gustavo Saguier Fonrouge, el Intedente mercedino Juan Ignacio Ustarroz y varias personalidades más. El nuevo Arzobispo Metropolitano anunció que su primera actividad publica oficial será en Luján, en la Basílica, el 8 de diciembre.
Una multitud de fieles colmó la catedral Nuestra Señora de las Mercedes, para participar de la Eucaristía en la que monseñor Jorge Eduardo Scheinig tomó posesión como arzobispo de Mercedes-Luján. Al comienzo de la celebración, fue leída la bula apostólica mediante la que el papa Francisco erige la nueva Provincia Eclesiástica de Mercedes-Luján, elevando al rango de Iglesia Metropolitana la sede arzobispal de Mercedes-Luján y a catedral metropolitana la basílica Nuestra Señora de la Merced, en Mercedes, asignándole como sufragáneas las diócesis de Merlo-Moreno, Nueve de Julio y Zárate-Campana, hasta ahora pertenecientes a la provincia eclesiástica de Buenos Aires la primera y a la provincia eclesiástica de La Plata las otras dos.
El obispo de mayor antigüedad de las diócesis sufragáneas, monseñor Fernando Carlos Maletti, obispo de Merlo-Moreno, fue el encargado de autorizar la toma de posesión y entregar el báculo al nuevo arzobispo. Concelebraron la Eucaristía el arzobispo emérito de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani SDB; y los obispos de las diócesis sufragáneas: el obispo de Merlo-Moreno, monseñor Fernando Carlos Maletti, y su auxiliar, monseñor Oscar Miñarro; el obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Edgardo Torrado Mosconi; y el obispo de Zárate-Campana, monseñor Pedro María Laxague.
En su homilía Monseñor Scheinig, se refirió a la alianza de Dios con su Pueblo, de la unión infinita de Dios con cada uno de nosotros. “Dios nos busca y nosotros lo buscamos a Él, porque ‘nacimos alianzados’. Como una mamá con su hijito. Alianza irrompible”, señaló. Centrándose en el Evangelio, recordó que “todos están celebrando un casamiento”, un acontecimiento que “necesita ser festejado y con mucha alegría. Pero se acaba el vino”, advirtió. “Es la señal que estamos en un tiempo final. Que la fiesta está por terminar”.
“Y si dejamos de hacer fiesta, si como pueblo, familia, Iglesia, perdemos el gusto por festejar, sin darnos mucha cuenta nos vamos disolviendo de a poco”, señaló monseñor Scheinig. En ese momento, su Madre interviene, “lo expone y lo obliga a adelantar la Novedad, lo inédito, aquello que se transformará en la Buena Nueva para toda la humanidad, de todos los tiempos”.
Esa novedad, destacó, es “que Dios, en su hijo Jesús, intervendrá en la historia humana para que al hombre nunca más le falte vida y vida en abundancia”. “El vino Nuevo que trae Jesús es Vida, es dignidad, es inocencia, es fraternidad, es alegría, es sentido nuevo de todo, es posibilidad, es plenitud humana. La Novedad es que Dios hace Alianza para estar con nosotros hasta el fin de los tiempos”, sostuvo. “Hermanas, hermanos, yo creo en esto. Soy testigo de esto. Y estoy dispuesto a dar mi vida para que en esta porción de la geografía Argentina, nuestra Iglesia de Mercedes-Luján, no falte Jesús, no falte su Vino Nuevo, Su Vida”, expresó el nuevo arzobispo. “Deseo con toda mi alma que Jesús esté metido en las cosas nuestras, allí donde se cocina la vida: en nuestras casas, en nuestros barrios, en el trabajo, en la cultura, en la política, en la calle, en nuestra Patria”, añadió.
“Confieso que soy limitado, que tengo heridas, que no siempre fui fiel a Dios. Pero todas las veces que estuvo por acabarse el vino, encerrándome en el vacío de mí mismo, experimenté el milagro, la cercanía de Dios, su Misericordia, su Amor, su cariñoso pastoreo para conmigo. Hice experiencia una y otra vez de la transformación de la vida, que lo que es imposible para nosotros, no lo es para Él. Él hace nuevas todas las cosas”, afirmó. “Confieso que estoy enamorado de ese Dios, de Jesús. Me ha tomado totalmente el corazón y la vida. Me ha dejado marcado”, reconoció.
“Considero que el peor drama humano es no saberse amado, querido, valorado por otros y fundamentalmente, es no haber experimentado el amor fascinante de Dios”, continuó, deseando “ser testigo de ese Amor e invitarlos a la aventura de ir a ese amor, no otro amor minúsculo y empequeñecedor, porque estoy seguro que al experimentar ese Amor, todo cambia”.
El prelado advirtió sobre los falsos dioses “achicadores de la vida, estafadores, seductores de falsos horizontes que quitan de a poco el sentido y las ganas de vivir. No al poder, sí al servicio. No al dinero, sí a la Iglesia pobre para los pobres. No al hedonismo y a la frivolidad, sí a la austeridad y a la solidaridad”, sostuvo. “Me siento responsable que seamos una Iglesia adoradora del Dios de Jesucristo y que no caigamos en las redes de dioses falsos, que cuando los adoramos nos hacen morder el polvo”, puntualizó.
“Me comprometo a hablarles siempre del Dios que manifestó Jesucristo y nos enseña la Iglesia”, manifestó, un Dios cuyo rostro es “puro amor, misericordia y ternura. Y sé que nos ama de manera entrañable e incondicional y no sabe ni puede hacer otra cosa que amarnos y salvarnos”. Considerando que la Iglesia “está llamada a involucrarse y comprometerse con las mujeres y los varones concretos de este tiempo”, animó a trabajar “para que renazca la esperanza, para que los heridos por lo extremadamente duro de la vida, la pobreza y la exclusión, recobren su dignidad”.
“Hay mucho por trabajar para que la vida de nadie sea despreciada: La que está en el seno materno, la de las niñas y niños desnutridos, la de los adolescentes y jóvenes que están en la calle consumiendo y sin futuro, la de las mujeres golpeadas y asesinadas, la de las familias sin tierra, sin techo y sin trabajo, la de los ancianos abandonados, sin remedios y muriendo de a poco”, afirmó. “Debemos ocuparnos para que en la Patria, ‘donde haya odio, pongamos amor, donde haya ofensa pongamos perdón, donde haya discordia pongamos unión’. Es mucho lo que debemos trabajar para anunciar una fe y un amor vivo que sane, afiance y promueva la dignidad humana”.
“Estoy maravillado y asombrado de lo que Dios fue haciendo en mí. He sido, un pibe de barrio, hijo de un colectivero y una mujer ama de casa. Un joven técnico mecánico. Dios es un gran tejedor de la historia de cada uno de nosotros. Ninguna hebra de lana se le escapa. Va tejiendo un entramado que sólo percibimos en algunos momentos y no del todo, porque sigue tejiendo. Sigo preguntándole qué ha visto en mí para llamarme y hacerme ahora apóstol suyo”, expresó. “Tengo un cierto sentimiento de temor fruto del contraste entre los desafíos y mis limitaciones. Temor de mí mismo, no de Dios, ni de ustedes. De mi incapacidad para pastorear al modo y a los tiempos de Dios”, admitió. “Siento una enorme confianza en Dios y en ustedes. Tengo una paz que viene de lo Alto. Aquí estoy, aquí estamos, el Señor hace maravillas”, agregó, llamando a caminar juntos, “sinodalizados”.
Finalmente, agradeció a su familia, a los obispos y sacerdotes, al Pueblo de Dios de todas las comunidades, a los diáconos y seminaristas, a monseñor Agustín, su predecesor; al papa Francisco y a las autoridades políticas presentes: el intendente municipal, doctor Juan Ignacio Ustarroz, los diputados Carlos Selva y Eduardo de Pedro y el director general de Culto Católico, doctor Luis Gustavo Saguier Fonrouge.
Como primera actividad al frente de la arquidiócesis, convocó a todos a participar el 8 de diciembre en la basílica y santuario nacional de Nuestra Señora de Luján, de una misa para rezar por la Patria. Pidiendo la protección de la Virgen, e invocando su lema episcopal, tomado de las palabras del siervo de Dios, el Negro Manuel, expresó: “Soy de la Virgen Nomás”. “Delante de mis hermanos obispos, delante de ustedes queridos sacerdotes y diáconos, mis primeros colaboradores, de las queridas religiosas y religiosos, delante de ustedes hermanas y hermanos laicos, quiero decir con emoción las palabras que un esposo pronuncia a su esposa el día de su casamiento”, expresó. “Yo, Jorge Eduardo te recibo a ti Iglesia de Mercedes Luján como mí esposa y prometo serte fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándote y respetándote durante toda mi vida”, concluyó.
Para finalizar la celebración, un sacerdote de la arquidiócesis leyó un mensaje en nombre del clero. A su turno, lo hicieron las religiosas, los laicos, y los representantes de la Pastoral de Juventud. Monseñor Radrizzani dirigió unas palabras a los fieles reunidos en la catedral. Tras agradecer a las autoridades, al secretario de la nunciatura, monseñor Aliaksandr Rahinia, al papa Francisco y al Pueblo de Dios de la arquidiócesis, dio un mensaje a su sucesor: “Dejo en tus manos esta querida Iglesia de Mercedes-Luján. He podido apreciar en este tiempo tu amor a la Iglesia y al Santo Padre y tu absoluta disponibilidad a lo que el Señor te pide. Admiramos asimismo tu deseo de servir a este pueblo y tu incansable espíritu de trabajo. Tu absoluta confianza en Dios, que guía a su Iglesia, confirmada en tus ratos dedicados a la oración y a la reflexión”.
Y dirigiéndose a los fieles, añadió: “Quiero decirle a todos, queridos hermanos a quienes he amado en estos casi 12 años de pastoreo y por quienes me he sentido querido, respetado y acompañado, que estoy convencido que sabrán vivir en adelante en disponibilidad a las iniciativas y a la entrega de nuestro nuevo Pastor”. “Siempre he soñado con una Iglesia unida y que sea transparencia del Evangelio de Jesús. Dios nos conceda la gracia de seguir caminando bajo la guía del Papa Francisco y, desde hoy, con la animación del querido monseñor Jorge Eduardo”, pidió. En compañía del intendente Ustarroz, el arzobispo Scheinig descubrió y bendijo una placa conmemorativa que será colocada en la entrada de la catedral.
La celebración culminó en un clima de alegría, con la banda de la Gendarmería Nacional interpretando piezas musicales y unos muñecos gigantes representando a santos, beatos y siervos de Dios argentinos, que dieron colorido a la tarde.