Así se refirió el Papa Francisco en Chile cuando tuvo que referirse acerca de los abusos a niños y niñas por parte de los ministros de la Iglesia. Un tema gravísimo que oscurece toda la misión eclesial en el mundo.
Escribe Diego Cirilli
Francisco va teniendo gestos que buscan mejorar la presencia de la Iglesia Católica en el mundo. Aunque cierto sector espera acciones más enérgicas sobre estos aberrantes delitos, otros creen que se necesitan pruebas fehacientes para separar del ministerio a los sacerdotes abusadores. Aun así, tampoco lo hacen y eso hace que el testimonio se vea seriamente opacado.
En su recorrida de tres días por Chile, tuvo importantes definiciones políticas y de visión económica que hacen a la fe cristiana sostenida por el Evangelio de Jesús. En más de dos mil años de organización eclesial, han sido siempre los llamados «santos y santas de Dios» quienes marcaron el camino a seguir como discípulos y discípulas fieles del Maestro.
Se sabe que toda definición papal cumple un rol ciertamente organizador. No da lo mismo lo que diga ni en qué contexto lo diga. Que hable desde una cárcel, o se deje lavar los pies por reclusos en una celebración central como el Jueves Santo, o sea bendecido por los pueblos originarios en sus recorridas, es un mensaje a todo el que quiera ver y escuchar.
En Chile se esperaba que tuviese definiciones más contundentes respecto a la pederastia y que destituya al obispo Barros acusado de encubrimiento en el caso Karadima, cosa imposible que ocurra en ese contexto. Tampoco se refirió al aborto ni al matrimonio homosexual que en Chile se convirtió en ley el primero y espera en el Congreso el segundo. Y también, era esperable que no se defina en estas temáticas que son pleno debate en el mismo seno de la comunidad cristiana y que tienen ribetes conceptuales bien complejos para definirlos. De lo que sí habló explícitamente fue sobre el derecho ancestral a la tierra de los pueblos originario y del cuidado del ambiente que realizan. Además condenó la violencia como forma de protesta. “La violencia vuelve mentirosa la causa más justa”. ¿Se referirá sólo a los grupos más radicalizados o también considerará la violencia institucional que reprime a esos grupos? Sobre democracia y «tiempos turbulentos» tuvieron espacio para el mensaje papal. En la base aérea Maquehue, donde funcionó un centro clandestino de detención y tortura mencionó que allí habían ocurrido “violaciones de derechos humanos” y pidió un minuto de silencio. Además el pontífice se reunió con víctimas del régimen, quienes le pidieron ayuda para “encontrar a los detenidos desaparecidos” en esa época.
Tuvo palabras sobre la inmigración y alertó sobre “las nuevas formas de explotación” y en otro encuentro alentó a la juventud a “interpelarnos”. “La Iglesia tiene que tener un rostro joven y ustedes nos los tienen que dar”. Con sus vitales 81 años, es evidente que entre los jóvenes es donde más cómodo se siente y donde se apropia de su lenguaje y lo transforma en propio: entre otras cosas, les pidió que nunca pierdan “la conexión” con Jesús y brindó “la contraseña” para recuperar “la señal”: “¿qué haría Jesús en mi lugar?”.