La apertura económica implementada por el gobierno de Mauricio Macri puso en jaque a varias industrias textiles ubicadas en la ciudad de Luján. La competencia con otros mercados, mayoritariamente asiáticos, como por ejemplo Bangladesh, la fuerte carga impositiva y los elevados costos laborales generaron que el sector textil entre en una recesión, lo que obligó a las fábricas a recortar personal y disminuir la producción.
Pero la crisis textil no es la única que tiene lugar en las industrias argentinas. Otros sectores como el del calzado y el de la metalmecánica liviana también están atravesando un mal pasar económico. Aunque los obreros perciben buenos sueldos, la mayor parte del gasto que tienen las distintas empresas está destinado al pago de cargas sociales. Frente a esta situación, Darío Brunetti, tesorero general de la Cámara Textil Argentina, expresó: “nuestros sueldos fluctúan entre los 800 y 900 dólares sin sumar las cargas sociales. Cuando se abren las importaciones, hay que competir con países como Bangladesh, cuyos obreros cobran 50 dólares al mes”, y agregó: “no hay forma de competir porque sus productos, al ser confeccionados por una mano de obra mucho más barata, siempre van a ser más económicos”.
Mientras tanto, Luis Bianchi, un empresario textil, explicó: “A la hora de comprar las materias primas no hay problemas porque estos productos tienen precios internacionales fijados. Pero los gobiernos asiáticos subsidian a sus empresas textiles para adquirirlos, lo que genera que el precio final de sus manufacturas sea aún más accesible”. Este factor empeora una situación que ya de por sí es complicada y, sumada a la cuestión impositiva, significa una pesadilla para los empresarios textiles que mes a mes ven caídas enormes en sus ventas. Bianchi también se refirió a los costos de producción y sostuvo: “Allá (en Asia) mientras más producís, menos pagás. Acá mientras más empleados, más produzcas y más luz consumas, más vas a pagar”. El subsidio al sector es casi inexistente en la Argentina.
En la actualidad, el sueldo mínimo de un empleado textil formal es de $13.500. La empresa se ve obligada a pagar $21.700 cuando se incluyen las cargas sociales. Esto nos daría como resultado que las industrias textiles pagan $8.200 extras por cada trabajador contratado, un monto que va destinado a la Aseguradora de Riesgo de Trabajo (ART), a la obra social, a la cuota sindical y a los aportes patronales. Una cifra exorbitante si se la compara con las de Asia.
Sin embargo, un proyecto legal parece tener la solución para los trabajadores y empresarios textiles. Se trata de una petición que presentó Ángel Cirocco, tecnólogo y director del centro tecnológico Shitsuke, que se basa en la implementación de un sistema de previsibilidad que sea independiente a las medidas económicas que toman los distintos gobiernos y que fija pisos en los estándares de calidad de los productos elaborados a nivel nacional.
Cirocco alegó que “nuestros sueldos compiten con los del primer mundo, pero la calidad de nuestros productos no”. El sistema que él le planteó al Ministerio de Producción no requiere de ninguna inversión, ya que para producir productos textiles de una calidad estándar no se necesitan maquinarias de última generación. El tecnólogo ejemplificó su idea de la siguiente manera: “si vamos a cruzar un desierto debemos asegurarnos de llevar combustible en el depósito de nuestro vehículo y agua. Lo que pasa en las industrias textiles de los países desarrollados es que cruzan ese desierto sin mayores problemas porque cuentan con buenos sueldos y buena calidad en sus productos, que reemplazarían a la nafta y al agua en el caso de la estepa. Nosotros tenemos buenos sueldos pero nos falta la obtención de un certificado de calidad que nos diferencie de Asia, es por esto que nos quedamos en la mitad del camino”.
El sistema de previsibilidad propuesto por el tecnólogo se está analizando en el Ministerio de Producción. Mientras tanto, las fábricas textiles siguen produciendo sus productos sin certificados de calidad y esto las pone en igualdad de condiciones con las de Asia, lo que lleva al consumidor a elegir y comprar la tela más barata.
Los empresarios textiles están reclamando un aumento de los aranceles aduaneros a los productos textiles importados. Los principales partidos políticos opositores en Luján piden al gobierno nacional que se les ponga un freno a las importaciones. En los últimos meses, varios talleres textiles se vieron obligados a despedir personal o frenar su producción y las protestas contra el oficialismo se generalizaron, lo que generó un clima de malestar en el principal sector económico de Luján y puso sobre la mesa la opción de implementar el sistema de previsibilidad propuesto por Cirocco, quien sostiene que es la única solución al problema.