La actriz y directora, que se encuentra celebrando sus 50 años en los escenarios, ofrece un trabajo impecable en el montaje escénico del poema de Leónidas Lamborghini que fue estrenado en 1994.
Un icono es un signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado. Eva Perón es “una” mujer; Evita es “esa” mujer, el icono. En la mayoría de las ficciones que se han elaborado sobre ella, se tiene la sensación de estar viéndola. Dicho de otro modo: el dispositivo ficcional apunta a hacerle creer al espectador que es Evita quien está allí. Que la actriz está en lugar de. Que es icono de otro icono, que sería Evita. Por eso casi todas las Evita, en cine y en teatro, tienen rodete y cabello rubio. En Eva Perón en la hoguera, unipersonal sobre el poema de Leónidas Lamborghini, Cristina Banegas no busca imitar a esa figura, aunque hable en primera persona. La obra nace de una ausencia o, mejor dicho, de una presencia irremplazable. Lo que hay de Eva es sólo una parte.
Banegas actúa en “Eva Perón en la hoguera” como si fuese una médium, como si Evita, desde alguna parte, hablara a través de ella. Lo que se pondera en esta puesta no es la falsa sensación de la presencia de Eva, estrategia que sigue siendo efectiva porque cualquiera que la admire no podría desear otra cosa que su resurrección. En esta obra lo que está en primer plano es la palabra de Eva –releída por Lamborghini y luego por Banegas–, y en este punto la actriz ofrece un trabajo inmejorable.
Vestida íntegramente de negro, Banegas lo dice casi todo sin desplazarse, desde el centro de un escritorio del que cuelga la bandera argentina, y a veces su rostro queda oculto detrás de un enorme micrófono que oficia también de iluminación. Saborea cada palabra de ese texto roto, posmoderno en su forma (aunque de 1972); permite que el público celebre la sutileza de la poesía. Cada palabra tiene su propio peso. Cada corte –lo que en el texto serían los guiones y los puntos que lo fragmentan, generando un curioso contrato de lectura–, también. En los últimos años, Banegas viene profundizando su relación con textos literarios –como en Molly Bloom, adaptación del Ulises, de Joyce–, y aquí se nota su búsqueda: la de ser una escultora de la palabra. Ella toma lo que está escrito y no lo modifica, ofrece otra cosa. No inventa, descubre.
Son sus manos las que expresan, su cuerpo el que se balancea, su mirada la que por momentos se clava fija en el público. En esta obra, la palabra tiene música. Banegas es una Eva frenética. Esta Eva está varias veces a punto de llorar. Cuando habla Juan Domingo Perón, la actriz cambia la voz, y el público descubre la modificación y ríe. Aunque laten distintas sensaciones en lo breve que es el espectáculo, la obra es más bien oscura. Está atravesada por el dolor, por ese dolor genuino que Evita sentía ante cualquier injusticia, tal como dejó sentado en La razón de mi vida. En Eva Perón en la hoguera no hay datos biográficos. Banegas es la ideología de Eva, inseparable de su sentir, haciéndose carne.
Sábado 6 de mayo
21.30 hs.
Entrada General: $ 300.-