Estancias de Luján. Hasta la Llegada del Ferrocarril

La cualidad heterogénea de la revista Caras y Caretas no cesa de sorprendernos en ninguno de los números publicados a lo largo de las cuatro décadas de su primera edición, que culmina en 1939.

En el trabajo de 2008, titulado: “Caras y Caretas: cultura, política y espectáculo en los inicios del siglo XX argentino”, señala su autora, Geraldine Rogers: “aunque el criollismo sirvió como aglomerador e integrador en una sociedad cosmopolita, el repertorio de imágenes y modos de expresión sobre los que se construyó provino básicamente del ámbito rural argentino”. Y Luján, epítome de Argentina, no puede faltar a una cita de criollos.

El ejemplar de la Caricaretas salido a la calle el sábado 17 de agosto de 1912, nos maravilla con dos páginas destinadas a “la Estancia «La Angélica» (Luján, F.C.O.) propiedad del Sr. Santiago D’Amico”.

Invitados por el dueño de la “Estancia Modelo”, -según se desarrolla en la curiosa nota-, los periodistas de la Caricaretas son espoleados, en la cómoda somnolencia que promueve la trepidación del tren, cuando escuchan “la estentórea voz del guarda: ¡Luján!… ¡Luján!”.

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En el andén esperaba nuestro galante invitador don Santiago D’Amico, propietario de la estancia «La Angélica», acompañado de su estado mayor campero y transformado del elegante sportman porteño que todos conocemos en arrogante ganadero de poncho, finísimas botas chantilly y espuelas de gallo largo. Esto es: de semi-inglés y semi-gaucho”.

El redactor nos hace saber que, su anfitrión se excusa de llevarlos en automóvil hasta la estancia por el mal estado de los caminos; debiendo los convidados subir a “un break y dos americanas”.

Este último comentario del cronista de Caras y Caretas, es un valioso testimonio de época; al cual agregamos el siguiente, revelado al lector en condición de compinche. “El fotógrafo en una disparada hizo una tortilla al «Lumiére» con todas las placas, razón por la cual tuvimos que recurrir para ilustrar estas líneas á las fotografías que en la estancia tenía el señor D’Amico”.

En consecuencia, los lectores del semanario porteño y los lectores de este diario lujanense, estamos privados de la imagen de “la preciosa entrada al establecimiento por la avenida «La Avanzada»”, una extensa calle poblada de álamos que terminan entrelazando sus más altas ramas, formando, -a juicio del cronista-, “un arco de triunfo que la naturaleza ha levantado en honor de nuestra riqueza pecuaria”, coronado con dos históricos cañones a la inmediata entrada de la estancia «La Angélica».

Antes de recorrer las instalaciones de la estancia, se sirve el almuerzo: “Don Santiago nos había invitado á comer «un asado con cuero» pero… indiscutiblemente la tradición anda echa girones, vencida por el modernismo. En amplio y lujoso comedor y no en añoso fogón nos sirvieron opíparo banquete, que empezó con ostras y langostinos para terminar con el clásico y espumoso champagne aristocrático. Hubo asado con cuero efectivamente… pero obscurecido entre tanto plato artísticamente presentado, como ha ido quedando obscurecido el chiripá ante los breeches ingleses y la bota de potro ante la charolada”.

En la opinión del cronista, la estancia es grandiosa y en ella no falta nada, está todo previsto. En primer lugar, “pasan revista á los vacunos criados a galpón”, que sin duda es un preclaro antecedente de la actual crianza denominada «feedlot». La admiración de los visitantes por “los hermosísimos padrillos”, los transporta mágicamente a la pista central de la Sociedad Rural de Palermo en pleno certamen. A los animales de exposición se agregan los de consumo. Seguramente algunos de ellos se encuentran en la «carnicería» de la fotografía.

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Además, los servicios están organizados y montados con precisión. “La casa de máquinas, donde están los dínamos que suministran el alumbrado eléctrico y los acumuladores y motores que elevan el agua, es realmente un modelo de instalación particular, y demuestra palpablemente el espíritu progresista del propietario, que no perdona medio de llevar á su establecimiento cuantos adelantos pueden constituir una mejora para la industria agropecuaria, ó un nuevo confort para la casa y sus dependencias”.

Pero no todas ni siempre, las propiedades rurales lujanenses, constituyeron cada una, una “Estancia Modelo”; como se titulan las dos carillas destinadas a «La Angélica» de Santiago D’Amico.

¿En cuáles mojones podría detenerse una historia de las estancias lujanenses?

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Siguiendo las indicaciones y relecturas emprendidas por nuestros autores amigos Jesús Binetti y Federico Suárez, -en su libro “Una Virgen para el Pago”, recientemente publicado bajo el sello editorial Cienflores-, el inicial espacio rural lujanense se extiende mucho más allá de los actuales límites del partido debiendo hacerlo coincidir con las márgenes del río Luján y los primeros repartos de tierras en las “suertes de estancias” principiadas y adjudicadas por el mismo Juan de Garay en 1580, desde la desembocadura de ‘nuestro’ Luján en el Paraná en «dirección río arriba». Pero, estas ‘estancias’ no cumplieron con su nominación: ni residencia, ni aposento, ni estar o permanecer ninguno de sus dueños. Algunas décadas después, los nuevos dueños de las mismas estancias, incorporan ‘mano de obra esclava’. Por eso, cuando ocurre el «milagro» de la Purísima Concepción en la ribera ‘del Luján’, a nadie sorprende la presencia del “Negrito Manuel” en aquel entonces. En cambio; hoy nos maravilla su sola presencia y los inseparables relatos sobre sus prodigios.

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En una narración que se ocupe de la historia rural lujanense, tampoco pueden faltar las referencias al referente «Pago del Árbol Solo», que consta en los repartos o “Mercedes de Tierras Hechas por los Gobernadores a Nombre del Rey”, -antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata-, publicadas por el “Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires Ricardo Levene” en 1979.

A continuación, nuestro relato puede detenerse en la memorable estancia de “Doña Ana de Matos, La Dama que con la Virgen Fundó a Luján, 1615-1698”, escrito por el sacerdote Juan Antonio Presas y publicado por Junta Catequística Diocesana de Morón en 1990; y en el seductor relato precedente: “Un Conquistador, una Dama, una Estancia y un Decreto”, de Felisa Carmen Echevarría de Lobato Mulle, editado en 1972 por nuestra “Librería de Mayo”.

Con la llegada a Luján de Don Juan de Lezica y Torrezuri, y la creación de nuestro cabildo local, nos encontramos con los terratenientes cabildantes en “Estancia y Poder Político en un Partido de la Campaña Bonaerense”, donde el amigo Norberto Marquiegui, nos explica en 1990, las vinculaciones de los regidores lujanenses con las haciendas aledañas en el lapso transcurrido entre 1756 y 1821; período en que funciona este ayuntamiento gubernamental. Considerando este espacio temporal, no es posible dejar a un lado el relato sobre “La Villa de Luján y su desmembración”, por las referencias a las tierras y sus poseedores, narradas por Dardo Malvino y editadas en 1999 por el Diario La Acción del vecino partido de Gral. Rodríguez, último en desprenderse del gran Luján colonial.

En la primera mitad del siglo XIX comienza el uso del alambre y aparecen los saladeros de carne para su comercialización. La publicidad en la «Gaceta Mercantil» de la venta de una Estancia en Luján, nos permite conocer someramente cuáles eran las instalaciones esperables en aquella época. De estos mismos años es la muestra gráfica que presenta Don Enrique Udaondo, en “La Indumentaria de la Campaña de Luján”, para estancieros y peones; incluida en su “Reseña Histórica…”.

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En este transcurso de tiempo, se inicia en el paraje del arroyo «La Choza», la historia de la conocida «Estancia Los Talas», que encuentra sus raíces en las Mercedes de los Gobernadores. María Adela Luchetti de F. de Monjardín relata en “Luján y su Gente” de la Librería de Mayo, que la estancia de la familia Furt “es ya historia patria”, pues alcanza su más álgida inserción en los episodios del país, por servir de hospedaje a Esteban Echeverría y haber sido embargada por el gobernador Rosas, hacia 1840.

Asimismo, en estos años, llega a los pagos de Luján una importante inmigración irlandesa que se instala en las adyacencias del mismo paraje, en el camino de Luján a Navarro. Esta vecindad fundará una de las más antiguas entidades rurales: la «Sociedad de Fomento de Cañada de Arias»; que -como relata Besozzi, en su “Historia del Partido Bonaerense de General Rodríguez”, de 2005- dará lugar a la actual “Asociación Rural de Productores del Este”, ARPAE, compuesta por gente de campo de los tres partidos.

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En Vida y Escritos del Coronel Dr. Francisco Javier Muñiz, Domingo F. Sarmiento nos hace saber que en el año de 1840, el doctor descubre en «vacas autóctonas», de la hacienda de don Juan Gualberto Muñoz en el “Departamento de Luján”, «la vacuna» antivariólica; de la misma manera que Edward Jenner había logrado descubrirla por primera vez unos años antes en Inglaterra.

En la segunda mitad del siglo XIX, según relata Federico Fernández de Monjardín en la biografía de Fernán Félix de Amador, su abuelo Domingo Beschtedt adquiere un campo a Colman; -hoy, para nosotros, «la estancia de Naveira»; donde se emplaza el castillo familiar-. En “Las Memorias del Tata” Domingo Fernández Beschtedt, -compiladas por Alfonso R. Naveira y publicadas en 2010 por editorial Dunken-, se amplían muy cuantiosamente la vida rural y comercial lujanense, cuando el protagonista recuerda la instalación en calle San Martín de un «Mercado para la Venta de productos de la Estancia San Enrique», consistente en cuatro locales conexos donde los vecinos podían adquirir manteca, queso, legumbres, hortalizas, frutas y carne.

Por otra parte, Héctor Felice en su “Diccionario Lujanense” nos hace saber que las líneas ferroviarias, que llegan a Luján en 1864, modifican sustancialmente la actividad agraria. Además, el profesor se detiene en la descripción de la «Estancia Las Acacias» de Domingo Olivera, donde en 1880 acontece el “Combate de Olivera” que transfiere su nombre a la actual localidad lujanense homónima. Los hijos de Domingo, Carlos y Eduardo, se incluyen en el próximo relato.

Estimado lector, recién he dado mi palabra sobre la continuidad de esta historia, justo a partir de este punto de inflexión inicial y final: Luján, F.C.O., intentando afianzar la convicción de que “en la historia de las estancias de Luján, se resume la historia rural, agropecuaria y criolla de Argentina”.

Una vez más levanto mi copa de Pineral a la salud de los lujanenses.

Hasta el próximo.

 Lunes